Una cuestión de dinero.

Marià Mayans, presidente del Institut d’Estudis Eivissencs, afirma muy acertadamente que la derrota del CNI es «una cuestión de dinero». Al menos hay alguien que ha entendido de qué va esto realmente. Resulta enternecedor que, precisamente en Ibiza, en los últimos meses hayan aparecido tantos espíritus nobles y románticos, aunque un tanto ilusos, defendiendo que en un concurso público se premie otra cosa que no sea el dinero que cada ofertante ponga sobre la mesa. En Ibiza. ¡Ja!
Todas las instituciones y entidades de peso de la isla han defendido que las cosas en el puerto sigan como durante los últimos 99 años, poniendo en valor los recuerdos familiares, la memoria social, el valor sentimental del mar y su vinculación con cada uno de los habitantes de Vila, los valores deportivos, la enseñanza y aprendizaje de la náutica deportiva y de los valores inherentes a la vida marinera, etc. Pero todo esto no tiene ningún valor en las bases del concurso ni para los técnicos de la APB que deben calificar cada una de las ofertas.

Eso, que es tan valioso para la sociedad ibicenca, para la APB no vale absolutamente nada. Y no puede ganar nunca un concurso quien pone sobre la mesa cosas que nada valen, cuando la Ley determina con claridad, por más que nos duela, lo que ha de ser tenido en cuenta para conseguir una concesión portuaria. Si no hemos aprendido esto en el siglo que lleva el CNI como concesionario del puerto de Vila, apaga y vámonos. Y esto es lo que habrá que hacer, por más que haya quien crea que encadenándose a las verjas, como si fuese la baronesa Thyssen abrazada a un platanero del Paseo del Prado de Madrid, se conseguirá evitar lo inevitable.

El CNI puso sobre la mesa intangibles valiosísimos para los ibicencos, pero que no valen nada para la APB. Puertos y Litorales Sostenibles puso sobre la mesa 2,1 millones de euros más que el CNI, en el capítulo de inversiones. No hay más preguntas, señoría.
De hecho, el único esfuerzo real, por más que infructuoso, que el CNI ha hecho para ganar, fue el de intentar que su rival fuese descalificado, porque su administrador de hecho fue condenado por tentativa de estafa procesal y falsedad documental. Hay más posibilidades de acertar el Euromillón, por no decir que presionar para que los técnicos y directivos de la APB prevariquen, no parece lo más inteligente.

Si se analiza bien, las sociedades foráneas que han disputado las instalaciones del puerto de Vila al CNI, eran todas piratas, sin la pátina de honorabilidad, decencia y utilidad pública de la centenaria entidad ibicenca, pero con la buchaca bien repleta. Y esto es lo que cuenta hoy en día, por más que algunos se muestren entre perplejos e indignados, como el capitán Renault en Casablanca: «¡Qué escándalo! ¡Qué escándalo! He descubierto que aquí se juega».
La historia del CNI será la última que la población ibicenca contará a sus hijos y nietos, sobre el último gran tesoro local que les fue arrebatado miserablemente por desalmados forasteros, que lo único que perseguían era saquear como piratas. Para que la fábula sea real, habrá de añadirse que los ibicencos fueron robados apenas sin pelear, en contra de su tradición.
Confiaron en políticos que les prometieron que algo así jamás sucedería, que el último tesoro del puerto de Vila, que había sido su casa desde hace un siglo, sería siempre suyo, como había sucedido siempre. Y ellos, viendo el bergantín Felicity dentro de su bahía, incapaces de emular al corsario Antonio Riquer y pelear, o al menos intentarlo, se quedaron diciendo: «¡No se atreverán!». Se equivocaron.

Se trata de dinero. Y ya pueden prepararlo si quieren ganar el concurso definitivo que el presidente de la APB ha prometido convocar el año próximo. O quizás vuelvan a cometer el error de creer en los cantos de sirena, que el dinero no será lo importante, que el arraigo social volverá a ser lo más valioso. No creo que la directiva y los socios del CNI, y todos los románticos que les apoyan, sean los únicos en toda Ibiza que no se hayan dado cuenta del mundo en el que vivimos. Sólo tienen que mirar a su alrededor.