Ibiza y Formentera están a las puertas del inicio oficial de la temporada turística. Una temporada que se prevé otra vez de récord, incluso mejorando las cifras conseguidas el año pasado. Una temporada en la que, una vez más, pequeñas y medianas empresas no podrán completar sus plantillas por falta de gente que quiera venir a trabajar porque no encuentran vivienda a precios asequibles. Algunas grandes corporaciones y cadenas hoteleras han conseguido poner a disposición de sus trabajadores vivienda, ya sea en forma de pisos completos o habitaciones. Incluso hay quien ha arrendado edificios enteros y algunos otros con amplia capacidad económica han podido comprar pisos para poder garantizar vivienda a sus trabajadores. El problema es que no hay vivienda y la poca que hay o bien se destina a alquiler turístico (raro es que no haya un edificio en Ibiza que no tenga algún piso turístico o más) o bien se destina a sangrar a quienes quieren vivir todo el año en la isla o ‘hacer la temporada’. En paralelo, lo que se sigue construyendo son viviendas unifamiliares que principalmente pueden comprar bolsillos extranjeros, ya sean fondos de inversión o bien particulares con amplia capacidad adquisitiva. ¿La VPO? escasa y sólo al alcance de unas pocas personas. Al impacto de plataformas como Airbnb se suma el problema subyacente de que el suelo en Ibiza es el que es y no hay más, además de ser una buena parte privado. La patronal de constructores calcula que harían falta unas 35.000 viviendas para satisfacer la actual demanda. Y seguramente se quedan cortos. En paralelo, el discurso de que en Ibiza ‘sobra gente’, que ‘somos demasiados’. ¿Quién decide quién sobra y en base a qué? No hay que ser hipócrita: Ibiza es mundialmente conocida, hay trabajo y prosperidad y eso ha atraído, atrae y seguirá atrayendo gente que quiera venir a trabajar. Y lo que hay que hacer es buscar soluciones.