Como cada semana me siento delante del ordenador para escribir una pequeña reflexión para Periódico de Ibiza y Formentera. Una especie de artículo de opinión sobre como veo la sociedad en general y la isla en la que vivo en particular. O tal vez sobre mí o sobre quienes de alguna u otra manera me acompañan en esto que llaman vida y que hay que intentar aprovechar al máximo antes de que te enseñen la puerta de salida o te dejen sin fichas para seguir jugando. Cada semana lo hago de la mejor manera posible aunque nunca me he considerado alguien que pueda recomendar nada y ni mucho menos una persona que con sus textos o sus verborreas de radio pueda dar lecciones. Porque al fin y al cabo siempre he defendido que la opinión de cada cual, la suya, la mía o la del de más allá, siempre es legítima y respetable siempre que no haga daño ni, por supuesto, insulte con ella.
Dicho esto hoy no sé muy bien de que les puedo escribir porque de Ibiza en los últimos tiempos está todo prácticamente dicho por compañeros u opinadores que saben mucho más que yo. Les podría hablar del drama que tenemos con la falta de vivienda en la isla, que el otro día ya por fin desde Ocio de Ibiza se confesó que están preocupados porque no hay personal cualificado para poder seguir ofreciendo un producto y un servicio de calidad, o como en nuestra isla hay dos caras, la del lujo y la de los que mal viven en caravanas, furgonetas o, incluso, campamentos con tiendas de campaña. Les podría volver a recordar que se alquilan camas o habitaciones a precios desorbitados e indignantes mientras les intento convencer de que la culpa de que hayamos llegado hasta aquí, la tienen los de un lado o los del otro. Y que unos son muy buenos y los otros muy malos, mientras les insisto quienes son en mi opinión los que han hecho que la vaca no pueda dar más leche... pero eso, ya está todo dicho y escrito.
Incluso, tirando de originalidad, tal vez les podría hablar del drama que se vive en los bajos de las tiendas de grandes franquicias situadas a escasos metros de donde se cogen los barcos a Formentera. Les podría decir que cada mañana me encuentro gente durmiendo como puede entre colchones, con sus animales de compañía y sus escasas pertenencias, y como, desgraciadamente, las colas de Caritas están llenas mientras otros muchos mendigan en busca de un euro entre las terrazas de los bares y cafeterías de las zonas emblemáticas de la ciudad. Les podría insistir en la desigualdad que existe en Ibiza entre los que promocionan villas, hoteles y restaurantes de lujo y los que sueñan con una simple cama o una ducha caliente, o sobre las grandes cantidades de turistas que amenazan con llenarlo todo durante cada vez más tiempo sin que el residente apenas pueda recuperarse o, simplemente, vivir tranquilo… pero a fin de cuentas, esto les sonaría a lo mismo. Y seguro que tampoco les interese lo más mínimo saber que acabo de regresar de pasar unos días en Madrid y allí he disfrutado con cierta envidia sana de barrios como Malasaña, Huertas o La Latina, llenos de buen ambiente y de rincones preciosos para que todo tipo de público se pierda, pensando en que esto se podría conseguir, por ejemplo, con la Marina en Ibiza. Pero sería volver a insistir una vez más en una idea sobre la que ya se ha escrito en numerosas ocasiones porque año tras año, temporada tras temporada, asistimos a la realidad de un barrio pensado por y para el turista, con el vecino relegado a un segundo plano, y que solo cobra vida unos pocos meses al año por más que los partidos que gobiernan hayan pensado en posibles soluciones que nunca llegan a ponerse en marcha mientras unos y otros se acusan de tener la culpa de todo. Como tampoco sería algo novedoso incidir en el grave problema que tenemos de transporte público; de un campo y una ganadería ahogados por unos precios y unos costes que no dan para vivir, o de la inseguridad que hay por toda la isla por más que los bomberos o los agentes de las policías locales, nacionales y Guardia Civil trabajen intensamente a pesar de considerar, estos últimos, a Ibiza como un destino de castigo. Ni siquiera sería algo diferente comentarles que si seguimos con este ritmo de abuso, explotación y falta de respeto hacía nuestro entorno, llegará un momento más bien pronto que tarde en el que nuestras preciosas calas y playas, de las que presumimos por medio mundo, ya no serán nada más que un recuerdo que saldrá en alguna postal, fotografía o vídeo promocional buscando turistas ingenuos. Y es que si ustedes reparan en los artículos de los últimos meses o los últimos años, comprobaran que todo esto les suena familiar e, incluso, en cierto punto tan aburrido y repetitivo que ya casi no le dan importancia. Es lógico y del todo comprensible porque nos guste o no… en Ibiza los problemas son siempre los mismos sin que en la mayoría de los casos se vea alguna solución a ellos. Tanto que, nos guste o no, ya está todo dicho y escrito.