Todos los miércoles al programa Más de Uno Ibiza y Formentera de Onda Cero acuden cuatro representantes de las principales fuerzas políticas de las Pitiusas para participar en una tertulia sobre temas de actualidad y venga quien venga, todos se llevan bien. Incluso, antes de entrar en antena, ponerse detrás de un micrófono y defender sus posturas se gastan hasta alguna broma. Derrochan armonía, camaradería y, sobre todo, educación, demostrándonos cada semana que aunque se piense distinto, se sea de izquierdas o de derechas, o a uno le guste el rojo y al otro el azul, el morado o el verde, nunca se tiene que perder el saber estar y el respeto por el que está a tu lado.
Incluso, tienen la decencia en la mayoría de los casos, de no tirar de argumentario vacío y superfluo cuando se les pregunta por algo sin intentar desviar la atención con temas que no vienen a cuento. Si se les interpela por el drama de la vivienda, de cómo las empresas pequeñas se las ven y se las desean para encontrar trabajadores y para que luego no haya competencia desleal para robárselos, de la historia de las mascarillas fake de Baleares, de Francina Armengol o del problema del transporte público, responden sobre ello, intentan proponer soluciones e, incluso, en muchas ocasiones hasta son capaces de respetar el turno del contrario sin interrumpirse más de lo normal. Es decir, lo que se espera de personas formadas y coherentes que, se supone, entienden del tema.
Ignoro si esto se debe a que vivimos en una isla pequeña en la que todo el mundo se conoce o que muchos ya se han visto las caras demasiadas veces en plenos municipales, del Consell u otras lides políticas, pero lo cierto es que, visto lo visto, parece sorprendente viendo como bajan las aguas de revueltas en la política española. Y más contemplando avergonzado en que se ha convertido el Congreso de los Diputados durante los últimos tiempos, con sesiones de control al Gobierno que se hay una falta de respeto constante a los ciudadanos y a la historia de la institución que representan. Unas sesiones indignas de la historia de un país como el nuestro que durante los últimos siglos ha podido presumir de políticos y oradores de primer nivel.
Lo cierto es que ya no hay por donde coger lo que se vive en el edificio de la Carrera de San Jerónimo cada vez que se sientan sus señorías para, supuestamente, debatir cualquier tema. Porque ya no hablamos del nivel de quienes ocupan sus escaños, sino de las cotas de agresividad a las que se ha llegado entre unos y otros, dando la sensación de que sienten odio por el contrario, el peor y más peligroso de los sentimientos humanos. Y es que cada discurso, cada intervención o cada respuesta parece más grave que la anterior, con más inquina, más rabia inyectada en los ojos y con la mirada puesta en ver como se puede hacer más daño o como se puede provocar más desprecio. Ya no se busca la réplica o el discurso ingenioso o elaborado y con cierto sentido del humor o fina ironía, sino el más burdo, el más grueso o el más desagradable con tal de herir y sembrar de dudas a la sociedad española sobre el contrario. Incluso, la mentira, la calumnia o la cizaña se han convertido en protagonistas habituales de la vida parlamentaria española con la sensación de que ya todo vale.
Y lo peor de todo es que estas actitudes se han ido filtrando en la sociedad mientras son jaleadas, aplaudidas y ovacionadas por cada una de las bancadas de los distintos partidos políticos como auténticos hooligans que siguen de forma ciega y sin ápice de crítica a sus líderes. El frentismo, la confrontación, la división y la agresividad se siguen transmitiendo al día a día cuando se tratan ciertos temas convirtiendo prácticamente todo en una cuestión de negro o blanco, sin matices. En una cuestión de conmigo o contra mí, sin término medio. Y eso, en un país como el nuestro en el que durante el siglo XVI y XVII los duelos se convirtieron en una auténtica plaga, ya nadie se atreve a descartar que en cualquier momento lleguemos a las manos y empecemos a cruzarnos los hierros como antaño en cualquier rincón o callejón oscuro.
Como no soy asesor político ni estoy en la cabeza de quienes nos dirigen o aspiran a ello, desconozco si todo esto forma parte de una estrategia política o si la confrontación «será buena para todos porque nos hará mejores como sociedad». O si estas actitudes serán un paso atrás para coger impulso hacia delante en busca de la «concordia entre todos los españoles» de la que últimamente tanto se habla, pero lo cierto es que antes de que todo esto llegue, la situación actual es preocupante. Porque aunque se empeñen permanentemente en intentar demostrar lo contrario, ellos nos representan a todos y la sensación que dan sus señorías y sus primeros espadas es que cualquier día acaban a hostias. Y entonces ni reconciliación ni gaitas. Entonces sí que sí, no habrá marcha atrás y vendrán los arrepentimientos.