Les aseguro que no lo entiendo. Por más que intento buscarle una explicación no acabo de comprender como, después de atropellar a una persona, alguien se puede largar del lugar sin mirar atrás y sin importarle la vida que está en juego y por más que vaya muy borracho y de drogas hasta arriba.

Por eso cuando de forma periódica conocemos noticias como la del atropello de una mujer de 74 años que paseaba a su perro este lunes a las siete y cuarto de la tarde en el barrio de Ses Figueretes de Ibiza, algo en mi interior se me revuelve al comprobar como la cobardía puede mas que el instinto de atender a una persona. Y sobre todo, al comprobar que, desgraciadamente, no es el primero ni el último caso parecido que hemos sufrido en un sitio tan pequeño como Ibiza en los últimos años. Y es que los que vamos peinando canas aún recordamos como si fuera ayer el caso de Daniel Viñals, el joven ciclista de 34 años que la mañana del 29 de abril de 2017 perdió su vida cuando fue atropellado en la carretera que une Sant Josep con Sant Antoni por otro joven de 22 años que conducía con una tasa de alcohol del 0,95 mg/l y bajo los efectos de la cocaína y la metanfetamina y que se dio a la fuga, siendo sólo detenido tras sufrir un segundo accidente.

El juicio fue muy mediático y el acusado en su defensa alegó que había consumido mucho y que no se acordaba de nada y pidió perdón a la familia. En un primer momento el Juzgado de lo Penal número 2 de Ibiza le impuso una pena de tres años, cuatro meses y 15 días de prisión en una decisión que causó un gran revuelo en la sociedad pitiusa, aunque finalmente se amplió hasta los cuatro años después de que la Audiencia Provincial admitiera a trámite los recursos presentados por acusación, defensa y Ministerio Fiscal.

Una condena que no devuelve la vida de un hijo y por eso aquellos días fueron muy duros para todos los que lo vivieron de cerca. Tanto que aún resuenan en mis oídos las declaraciones del padre, Ramón, en las que calificó la primera sentencia como «broma de mal gusto y surrealista», como se lamentaba de que salía «muy barato acabar con la vida de alguien» y como aseguraba que la sentencia enviaba «un mensaje de impunidad». Y por supuesto, aún recuerdo la imagen del hermano de Daniel, Esteban, llorando desconsolado apoyado en un coche sin poder entender como en apenas unos segundos puede cambiarnos la vida. Y, ojo, que también recuerdo como aquel mes de julio de 2018 Ramón ya se lamentaba de como se veían «penas irrisorias para auténticas barbaridades al volante en Ibiza, en Palma, Oliva o Villena» haciendo referencia a otros casos de atropellos mortales cometidos por conductores que circulaban bajo los efectos del alcohol o las drogas.

Desgraciadamente a Ramón el tiempo le ha ido dando la razón. Aquellas afirmaciones las hizo hace más de cinco años, a corazón abierto, movido por la indignación y la rabia de quien ha visto como le arrebatan a su hijo de una forma tan cruel pero hoy, en pleno mes de enero de 2024 vuelven a tener más vigencia que nunca. Y es que hace apenas unos días el titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Ibiza en funciones de guardia decidió dejar en libertad a la mujer española de 43 años de edad que atropelló mortalmente a una mujer en el caso con el que abríamos esta reflexión. Le ha retirado el carnet de conducir y ha procedido al decomiso del vehículo pero ahora mismo está en libertad a pesar de haber sido detenida ya en su domicilio como presunta autora de un delito de homicidio imprudente y dos delitos contra la seguridad vial, ya que en su intento de huida impactó contra varias motocicletas que se encontraban en la zona.

Yo no entiendo de leyes, la asignatura de Derecho era la que menos me gustaba en la carrera, y entiendo que aplicar la ley no debe ser fácil porque tiene que ajustarse a los hechos y las pruebas, pero estas decisiones me dejan sin palabras. ¿Cómo puede ser que alguien que atropella a otra persona causándole un traumatismo craneoencefálico y varias heridas mortales y se va del lugar, pueda estar en la calle? Pero sobre todo, como se puede tener la cara tan dura de no parar y no ayudar por más que fueras borracha y drogada. Errores cometemos todos pero si son tan graves hay que pagar por ellos. Sobre todo para no dar la razón a Ramón Viñals cuando decía hace ya mucho tiempo que se lanza un mensaje de impunidad a la sociedad.

PD: Daniel Viñals. Siempre en nuestra memoria.