Seguramente no será el mejor trabajo del mundo ni el mejor pagado. Ni tampoco el más agradecido ni el que mejor horario tiene. Pero es el que yo elegí y al que siempre quise dedicarme desde que tengo uso de razón. Desde aquellos partidos de chapas que me narraba yo solo, desde aquellas retransmisiones para mis amigos de carreras de ciclismo o de coches o desde que cree con rotuladores y en cuadernos unas guías de ligas que yo mismo me inventaba. O tal vez desde que empecé a juntar letras con algo de sentido para contar a los demás lo que está sucediendo a mi alrededor y como nunca tuve valor para ser misionero o un voluntario de esos que cambian el mundo me fui conformando con dar voz a quienes en muchas ocasiones no la tienen o en ser altavoz desde un segundo plano para que tal vez, solo alguna vez, algunas frase o palabras a un micrófono puedan ayudar a cambiar alguna vida.
Lo cierto es que han pasado muchos años desde aquellos primeros programas en Radio Nacional de España en Toledo; de aquellas prácticas en deportes de la Agencia EFE en Madrid; de los tiempos presentando El Remate y Más Madera en Canal 4 Ávila o de cuando dirigía, escribía y maquetaba Tribuna de Colmenar con mis queridos amigos de Círculo Formación. De mis tiempos siendo un pipiolo en el Gabinete de Comunicación del CEU donde siempre les estaré agradecido por aquella primera oportunidad laboral; de cuando cree Deportes sin barreras y algo menos de cuando comencé en Diario de Ibiza, el desaparecido Última Hora o Periódico de Ibiza y Formentera en una isla a la que llegué hace ya más de 13 años. Y por supuesto menos de un año de cuando aterricé en Onda Cero Ibiza y Formentera. Una trayectoria que me demuestra que me hago mayor aunque no quiera asumirlo, que todo avanza que es una barbaridad y que, sobre todo, aunque crea que lo he visto casi todo aún hay cosas que no dejan de sorprenderme.
En el programa Más de Uno Ibiza y Formentera de Onda Cero todos los días salgo con el micrófono verde a donde haya una historia que contar y les confieso que aún me estoy recuperando con la historia del ciudadano español de origen pakistaní Arshad Bashir y su esposa Nadia Arshad quienes piden una vivienda de protección oficial o un piso accesible para no tener que bajar y subir con su hijo de 12 años con parálisis cerebral cada día por unas estrechas escaleras de su tercer piso en el número 16 de la calle Isidor Macabich.
Se trata de un ejemplo de superación y una demostración de amor incondicional porque el pequeño Mohammad sufre una parálisis cerebral de nacimiento que le provoca un grave trastorno de coordinación y equilibrio y que no le permite andar con normalidad y que le supone 72% de discapacidad y de la que se trata en la Asociación de personas con necesidades especiales de Ibiza y Formentera (APNEEF). Pero sobre todo estamos ante una historia de impotencia, de incrompensión y si me permiten de rabia cuando conoces que en 2014 hicieron una solicitud para optar a una Vivienda de Protección Oficial con ascensor y adaptada pero aunque su solicitud fue aprobada, cumplen todos los requisitos y fueron una solicitud preferente aún siguen pendientes porque no hay pisos para familias de cinco personas. Algo del todo incomprensible y más cuando Arhsad explica con los papeles en la mano y lágrimas en los ojos que les da igual el número de habitaciones porque solo necesitan una vivienda sin escaleras. Y es que aunque siempre he defendido que las normas están para cumplirlas no entiendo que no se hagan ciertas excepciones para que podamos seguir creyendo en nuestra sociedad y en quienes nos tienen que gobernar.
Y por otro lado está la historia de dos familias de Ibiza que luchan por dar a conocer el Síndrome KBG que afecta únicamente a unos 100 niños de toda España. Una es Charo del Sol, hija de Eliana Hock, y el otro el pequeño Samuel Parra de 12 años y con la madre de este último, Rosa Castela, los oyentes de Onda Cero descubrieron que se trata de una «enfermedad rara incluso para muchos médicos ya que no fue hasta los años 80 cuando se diagnosticó por primera vez».
Más allá de especificaciones técnicas el caso es que los afectados sufren síntomas como por ejemplo dientes más grandes de lo normal, malformación en su cara, retraso en el desarrollo físico, problemas de conducta o a la hora de gestionar emociones, defectos congénitos del corazón y una discapacidad intelectual de leve a moderada y por ello, mientras agradecen el apoyo de APNEEF o la Asociación de Asperguer, siguen empeñados en dar visibilidad al síndrome y porque salga adelante una terapia innovadora que están llevando a cabo el grupo de investigación Inmunidad, Inflamación y Cáncer del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria y la Universidad de Murcia.
Y todo con una sonrisa de oreja a oreja y sin perder la esperanza mientras yo, escuchándola, no puedo dejar como de injusto es el mundo. Como se puede destinar tanto a sueldos de deportistas, a competiciones lejos de nuestro país que disfrutan tan solo unos pocos, o a caprichos de niños ricos y mal criados que invierten unos 700 mil dólares en colocarse una dentadura postiza de diamantes, mientras otros no llegan a final de mes para intentar encontrar curas que tanto bien harían.
Pero sobre todo que chulo es esto del periodismo que me permite contar sus historias. Así que a todos ellos, muchas gracias y sobre todo, todo mi ánimo infinito.