Edificios destruido en Gaza. | Mohammed Talatene/dpa

Pues sí, hoy se acaba este 2023 y toca hacer balance. Es momento de echar la vista atrás y que lo hecho nos sirva para aprender y mejorar de cara al 2024. Lo pasado pasado es y no se puede solucionar, y lo que ya está hecho, para bien o para mal, no tiene arreglo así que nada de lamentos. Tenemos que seguir con la mirada alta puesta en el horizonte y coger todo el impulso posible para afrontar estos 365 días que tenemos por delante aplicando ese dicho tan particular pero también tan acertado de... «no dejes que nada te desanime porque hasta una patada en el culo te empuja hacia delante».

Desgraciadamente sigue habiendo piedras que complican mi transitar en mi día a día. Les juro que intento olvidarme de ellas, mirar para otro lado y pensar en cosas felices, siendo como soy consciente de lo bueno que es vivir y trabajar en un sitio como Ibiza. Sin embargo, creo que desde que soy padre, y aún consciente de que todavía tengo mucho que mejorar en esta faceta, me duele escuchar ciertas informaciones que me devuelven a una realidad que no es de color de rosa. Más bien, de ese color negro con el que han tintado sus vidas aquellos cuya esperanza no va más allá de poder tener un plato de comida caliente, una manta, unos calcetines secos o un colchón para poder dormir desafiando a las bajas temperaturas de la Navidad.

Porque para muchos estas fechas no son los días bonitos repletos de luces, fraternidad y colores. Esas de bolsas con regalos a los pies de un árbol o con villancicos cantados junto a un plato de turrón o una copa de cava. Son esas sombras casi invisibles que pueblan algunos portales o bajos de tiendas mientras nosotros disfrutamos en familia y fotografiamos la llegada de Papa Noel o Melchor, Gaspar y Baltasar con nuestros teléfonos móviles de última generación.

Y es que la fina línea entre tener mucho y no tener nada puede estar más cerca de lo que nos pensamos. En Gaza, en Ucrania, en Sudán o en otros muchos más sitios del planeta lo están pasando muy mal pero según el último informe de Aldeas Infantiles SOS en nuestro país viven más de 2,5 millones de niños, niñas y adolescentes en riesgo de pobreza y exclusión social lo que afecta a su alimentación, bienestar, educación o salud. No se a ustedes pero a mí esas cifras me asustan, me preocupan y me indignan porque además, en uno de cada cuatro casos la pobreza es crónica desde que los precios no han parado de subir.

Una emergencia que de puro silenciosa parece que se ha convertido en casi invisible para muchos a los que hemos votado para que tomen decisiones que intenten mejorar nuestras vidas. Los de uno y los de otro signo político, sin importarme que sean rojos, azules, verdes, morados o naranjas si es que queda alguno, parecen más enfrascados en sus riñas diarias y en echarse la culpa por todo que en tomar medidas realmente importantes. Porque mientras la Fundación del Español Urgente promovida por la Real Academia Española y la Agencia EFE han elegido polarización como la palabra de 2023, y los principales líderes políticos se empeñan en honrarla al máximo en el día a día, también parecen incapaces de entender que en nuestra sociedad la polarización cada vez es mayor y no solo en el tema de las ideas. Cada vez hay una mayor diferencia entre los muy ricos y los muy pobres porque la clase media poco a poco va diluyéndose, como desgraciadamente estamos descubriendo cada vez más en Ibiza, donde los precios no paran de subir y casi todo parece enfocado a los que más tienen sin importar si muchos tienen complicado llegar a final de mes.

Y mientras, ajenos a esto, seguimos oyendo noticias de distintos cargos políticos de todos los partidos que se benefician de las llamadas puertas giratorias que en nuestro país ya son accesos directos a un futuro mejor remunerado en recompensa a los servicios prestados. O de cifras obscenas sobre algunos sueldos o cantidades económicas que nunca llegaremos a ser capaces ni siquiera de imaginar,g mientras aumenta en España el número de familias que experimentan carencias materiales severas porque no pueden permitirse comer carne o pescado al menos cada dos días y mantener la vivienda a una temperatura adecuada.

Lo siento. Perdonen que les amargue el fin de año. Posiblemente, tal y como empecé esta pequeña reflexión en Periódico de Ibiza y Formentera ustedes hubieran preferido leer uno de esos textos de autoayuda que consumimos frenéticamente en nuestros días o una serie de frases positivas en las que se les dice que todo es maravilloso. Mil perdones. No les voy a negar que este 2023 me ha ido genial y que vivo un momento luminoso de mi vida pero el ser un culo inquieto y el haber heredado de mis padres y mis seres más cercanos cierta conciencia de clase es lo que tiene, aunque cada vez entienda menos hacia donde van muchas de las decisiones que se toman. Y por eso desde mi pequeño rincón pido para este 2024 más igualdad, más justicia social, menos hambre en el mundo, más paz y menos confrontación. Porque nos guste o no, a las miles de familias que lo pasan mal en España lo de la amnistía, lo de la renovación del Poder Judicial o lo de los pactos entre abertzales, independentistas u otros partidos para llegar al poder les da absolutamente igual. Porque seamos sinceros, con eso no comen ni se calientan.

Por cierto, si todo esto no les ha aburrido y han llegado hasta aquí... pueden ayudar a las familias en riesgo de exclusión social a través de la página web de Aldeas Infantiles www.aldeasinfantiles.es o acudiendo a sus oficinas de Caritas.