Leo en un medio digital que una bandera de España de grandes dimensiones en una zona de Pou des Lleó ha causado bastante revuelo y división en las redes sociales y no salgo de mi asombro. Por un lado están los que la consideran un elemento «distorsionador» del paisaje en zonas naturales mientras aprovechan para preguntar si hay alguna normativa que prohíba colocarla ya que «distorsiona demasiadas cosas», y por otro están los que defienden que siendo Ibiza parte de España no hay problema en que se pueda ver desde distintos lugares de la costa.
Más allá de distinciones sobre lo que significa o no un trozo de tela y de lo que puede representar para cada cual la bandera del país en el que vive, lo cierto es que esto es un nuevo reflejo de la polaridad en que está inmersa nuestra sociedad. Solo hay que ver los comentarios que se han generado en torno a la noticia cuando está fue compartida en las redes sociales del medio de comunicación en cuestión para darnos cuenta de la deriva en la que llevamos metidos desde hace ya demasiado tiempo. O eres de los míos o eres de los otros pero imposible estar en medio. Si criticas la bandera de España en cuestión eres un tal, y si por el contrario no ves nada malo en que este símbolo nacional esté en una zona de la isla eres un cual. Sin tintas medias y con el entendimiento entre unos y otros cada vez más lejano porque vamos camino de un punto de difícil retorno con la crispación flotando en el ambiente.
No quiero ser agorero porque soy optimista por naturaleza pero lo cierto es que la situación me preocupa. Entre otras muchas cosas porque esta bandera no es el único motivo de conflicto y de división que hay hoy en día en Ibiza sino que también está, por ejemplo, el tema del idioma y por supuesto el tema de Cataluña y la ley de amnistía que pretende aprobar el actual presidente del Gobierno Pedro Sánchez y que tanta polémica está generando. Más allá de mi propia opinión sobre el tema y de que pueda llegar a entender aunque me cueste que haya quien no se sienta español, lo que realmente me crea desasosiego es que lleguemos a un punto donde unos cuantos amigos no nos podamos sentar en una mesa a charlar libremente. A que se convierta en habitual que si uno defiende una cosa ya los otros rápidamente lo tachan de algo que no es y viceversa. Y que esto se pueda enquistar de tal manera que llegue un momento en el que ya no haya marcha atrás…
A lo mejor me estoy pasando de frenada y esto es una exageración pero no me ayuda en absoluto escuchar como un presidente del Gobierno que, en teoría, aspira a serlo de todos los españoles hable en su discurso de investidura de que su Gobierno será «un muro frente a la derecha reaccionaria» y no hable de ideas o medidas para ayudar a la unión de todos. Y tampoco me parece la mejor idea para intentar apagar una llama que corre el riesgo de extenderse como los peores incendios que cada verano asolan el territorio español, el ser él el primero en catalogar de «reaccionarios» a los que no piensan como él o no apoyan sus medidas políticas.
Lo mismo me sucede con los partidos que forman parte de la oposición. Su actitud, siempre criticando y llamando a la confrontación, tampoco me parece de lo más responsable. Puede que el juego de la política sea esto, el intentar aprovechar cada palabra del adversario para sumarse siempre al sol que más calienta e intentar llegar a puestos de poder que luego, como se ha demostrado a lo largo de la historia, cuesta mucho dejar. Sin importar, a unos y a otros, a los que mandan y a los que se oponen, lo que pueda venir después y que la sociedad esté cada vez más crispada. Porque aunque es cierto que manifestarse es completamente legal, lo problemático es lo que trae consigo en ocasiones con locos y descerebrados que usan concentraciones pacíficas para causar destrozos, algaradas y calentar el ambiente por su propio interés, mientras los políticos en lugar de usar mangueras siguen usando gasolina para calmar el fuego.
En fin, que no sé donde nos llevará esto porque la sensación es que a nuestros dirigentes tampoco les interesa ponerle freno, ya que se sienten más cómodos en la confrontación constante o en la bronca con el adversario que en ser positivos o llegar a un acuerdo. Que prácticamente están todos los días con los dedos cruzados para que algo falle y poder criticarlo en las redes sociales que en arrimar el hombro por el bien del ciudadano de a pie. En fin que solo piensan que si al otro le va mal a ellos les irá bien y lograrán llegar a un puesto muy bien remunerado y que en la mayoría de las ocasiones te garantiza puertas giratorias.
Y es que al final todo se resume a la confrontación y la división como negocio sin importarles que la mitad de la sociedad no aguante a la otra mitad y que al final una simple bandera en una costa de Ibiza sea solo un reflejo de lo que nos espera en los próximos años si no somos capaces de poner coto a tales desmanes.