Vertido en el camí des Brolls, la pasada semana. | Toni Ruiz

La semana pasada reventó la tubería que lleva las aguas fecales de es Pujols a la depuradora de Formentera para su tratamiento. El vertido de mierda en pleno parque natural era irremediable y no es la primera ni la segunda vez.

Por fortuna, la Conselleria de Medi Ambient reaccionó con rapidez y cortó el fluido para evitar más contaminación en s’Estany Pudent, coincidiendo con la celebración del Día Mundial de los Humedales y en un entorno natural que está lleno de vida. Endiablado calendario.

La avería no se pudo reparar inmediatamente, por supuesto, ya que falta un «codo» para reconectar las tuberías. Entretanto, la caca de es Pujols se lleva en camión hasta la depuradora, con el consecuente dispendio para el erario público por transportar mierda en vehículo privado. Y lo mejor es que nadie sabe cuando llegará el misterioso «codo». Nadie es culpable de este despropósito. Bueno, sí, se llama insularidad.

Los que vivimos en Formentera sabemos bien de qué se trata. Cuando se estropea una pieza de no sé qué, que no está en stock en la isla, siéntese a esperar con paciencia, que va para largo.

En un pueblo del interior de la provincia de Albacete, pongamos por caso Chinchilla de Montearagón (4.344 habitantes), se rompe el codo de los tubos de la depuradora y probablemente no lo encontrarán en la ferretería local –suponiendo que la haya–, pero estoy seguro que, en menos de 24 horas, el codo de marras, podría estar haciendo su función.

Es lo que tiene estar aislados, aunque sólo en algunos casos. Suponga usted que lo que se precisa es una botella del champán más caro o una latita de caviar de beluga. En un ratito está solucionado. Estoy totalmente convencido. En el ámbito personal, hace años que aprendí la lección y las cosas que son imprescindibles para el funcionamiento de la casa, directamente, las compro de dos en dos, por si la insularidad.