Un día de abril de 1988 quedé con Antonio Colinas en la terraza del hotel Montesol. Acababa de publicar la «Llamada de los árboles» y yo andaba por Ibiza porque asistí a la boda de Maria y Gerard, dos queridos amigos. Aproveché el evento para visitar también a don Marià Villangómez que se extrañó, y lo escribió después, de que un joven que hablaba en castellano se interesara por su obra. Ebrio de buena literatura puse rumbo a La Mola donde entonces vivían Juana y Ricardo Potchar, traductor de «El nombre de la rosa».
A Antonio Colinas lo entrevisté, pasando un rato agradable: es una persona muy amable, de gran cultura poética y no poética y poco dado a meterse en política (hace muy bien porque ese campo lo abonan hoy los estultos) o a salirse de la literatura, de la alta literatura, que es su mundo y su vivero de infinidad de reflexiones que por ejemplo nos ha dejado escritas en sus «Memorias del Estanque».
Opinión/Jesús García Marín
Antonio Colinas
20/09/19 4:01
También en Opinión
- Una familia de Ibiza consigue echar a unos okupas tras 12 años de lucha judicial
- Varios heridos en un accidente múltiple en Ibiza
- El drama de la vivienda en Ibiza: familias con menores viven en el campamento chabolista de Can Rova
- «Pagan por una mesa lo que muchos no ganamos en años y quienes les sirven, duermen en tiendas de campaña»
- El último adiós a Morales reúne a medio centenar de amigos
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.