La celebración del 40º aniversario de la Constitución ha vuelto a abrir el debate político sobre su reforma, una tarea en la que la práctica totalidad de formaciones políticas coincide pero sin que se vislumbre una voluntad de superar las diferencias que mantienen; una actitud contraria a la que presidió las negociaciones durante la Transición hasta alumbrar la actual Carta Magna. Aquel texto que se aprobó en 1978 validó ante el mundo la democracia española, y posibilitó el actual período de estabilidad y progreso económico y social, el más largo de nuestra historia reciente. Sin embargo, demorar sus cambios –y no sólo estéticos– garantiza el peligroso enquistamiento de los graves problemas que tiene España. Darles la espalda es un flaco favor a las generaciones futuras.
Editorial
Una Constitución adecuada a la España actual
07/12/18 4:01
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