El tribunal del ‘caso Nóos’ escuchó ayer los alegatos de las defensas de los dos principales implicados en la trama, Iñaki Urdangarin y Diego Torres. Como es fácil adivinar, para ambos se solicitó la libre absolución como consecuencia de su argumentación en contra de las tesis del fiscal. En su relato, los letrados no han eludido referencia directas a la tutela que ejercía la Casa del Rey sobre las actividades del Instituto Nóos; circunstancia que les hacía suponer que todas sus iniciativas tenían una amplia cobertura legal.

La confianza. Es precisamente la confianza la base sobre la que se sustenta Urdangarin para defender su inocencia en el juicio, confianza en la Casa Real –de la que dijo siempre cumplió con sus indicaciones– y confianza en su exsocio, Diego Torres. Esta postura, sobre la que las tres magistradas tendrán que valorar su consistencia, supone la implicación del entorno más próximo del anterior jefe del Estado, don Juan Carlos –en especial con su asesor jurídico–, en la supervisión del Instituto Nóos y, por tanto, de las relaciones que mantuvo con los gobiernos autonómicos de Balears y València que acabaron generando pingües beneficios.

Ruido mediático. El juicio del ‘caso Nóos’ quedará, previsiblemente, hoy visto para sentencia con la intervención de la defensa de la infanta Cristina. Tras el turno de la última palabra, del que pueden hacer uso los acusados, se abrirá el plazo de elaboración de una sentencia compleja y trascendente. Compleja por la enorme cantidad de documentación, pruebas periciales y testimonios. Y trascendente por lo que significa de insólito la presencia en el banquillo de los acusados de una infanta de España y su marido, el cual se enfrenta a una severa sentencia condenatoria planteada desde el ministerio público como un grave asunto de corrupción política. El ‘caso Nóos’, cuyo final es más que probable que quede en manos del Tribunal Supremo, requiere ser alejado de la presión mediática. Se trata de hacer justicia, no de satisfacer a nadie.