La remodelación del Govern Armengol tiene dos lecturas. La primera era la prevista: el nombramiento de una econacionalista de origen menorquín, Ruth Mateu, para Transparència i Cultura tras las tensiones vividas en esta Conselleria, que forzaron la dimisión de Esperança Camps. La segunda es más estratégica. La presidenta manda a Territori a Marc Pons, de perfil técnico, y sitúa en Presidència a la socialista ibicenca Pilar Costa, dirigente de palmario estilo político y de pétrea lealtad a Armengol, sin duda para reforzar su liderazgo y para dar impulso al Consolat como puente de mando del Govern de coalición.

El Consolat, lo primero. Costa incrementa la presencia femenina hasta un nivel nunca visto en Balears, pero está vez no como golpe de imagen, sino por pura necesidad de mantener el orden interno dentro del Govern, probada especialidad de la dirigente ibicenca. En los momentos políticos más delicados para Armengol, como fueron las elecciones primarias dentro del PSIB en 2014, Pilar Costa estuvo al lado de su secretaria general y fue una de las grandes actoras de aquella victoria contra los críticos que encabezaba Aina Calvo. Francina la necesita en el puesto más efectivo y a la vez comprometido para la misión que le ha encomendado. Y a la par, eso le permite nombrar portavoz parlamentario a Andreu Alcover, antiguo calvista ahora reconvertido en hombre de consenso. Las piezas encajan.

Decepción con Més. Pero lo esencial es que el epicentro de esta crisis son las peleas dentro de Més, las tensiones entre mallorquines y menorquines en el seno de esta coalición que desembocaron en un pseudomotín de varios directores en contra de Esperança Camps. Cabe esperar que Ruth Mateu sabrá retomar las riendas del movedizo territorio de Transparència i Cultura, pero esta vez bajo la educada y firme mirada vigilante de Pilar Costa, decidida a que ni peleas ni malos entendidos en un departamento, sea el que sea, acaben salpicando o desprestigiando a la presidenta del Govern.