Balears volverá a celebrar el martes, Primer de Març, su Diada, que conmemora el logro histórico del Estatut d’Autonomia, hace ya más de tres décadas. Sin embargo, y pese a actos institucionales y algunas actividades populares, lo cierto es que esta jornada no ha calado en el corazón de la ciudadanía como un resorte tendente al fortalecimiento de la personalidad diferenciada de los baleares. No es un día de banderas porque apenas existe un sentido de balearidad. Tampoco es una jornada reivindicativa para exigir, a nivel de calle, aspiraciones fundamentales para el futuro el futuro compartido, como reclamar una financiación autonómica digna y aspirar a más cotas de autogobierno.

Unas islas serenas. En el fondo, la manera de celebrar una Diada es el reflejo de la personalidad de un pueblo. A la mayoría de los baleares no les gustan la estridencias ni los excesos. Prefieren la calma y avanzar con paso seguro. Sólo así se explica que el déficit fiscal que padece el Archipiélago (que es de enormes proporciones) no sea motivo de grandes protestas ni rasgados de vestiduras. Simplemente, los ciudadanos de Balears prefieren negociar educadamente con el poder central y avanzar a pequeños pasos, seguros y medidos. Así ha sido a lo largo del desarrollo del autogobierno.

Cambios de color político. La perspectiva de más de treinta años de autonomía ofrece elementos importantes de reflexión. Esta tierra cuenta con una sociedad civil madura que quita y da el poder. Prueba de ello son los cambios de color político que se han producido en el Govern balear desde hace más de veinte años. Cada cuatro ha girado la tortilla: el PP ganó en 1995; el Pacte en 1999; el PP en 2003; el Pacte en 2007; el PP en 2011 ... y el Pacte en 2015. Nadie ha repetido más de cuatro años por decisión del pueblo. Es un caso único, que demuestra como es la sociedad balear, que oscila entre la derecha y la izquierda ,y en la que un importante sector moderado del electorado inclina la balanza en un sentido u otro.