Existe una extraña conexión en el Eivissa Jazz entre el pianista gallego Abe Rábade y el viento. Puedo dar fe del hecho de que siempre, en los ensayos previos de la Eivissa Jazz Experience (la agrupación que lidera cada año en Dalt Vila), advierte a los músicos de que vigilen el poder de Eolo. Pero no hay manera. Es subirse al escenario y empezar a soplar. Aunque en esta ocasión, la ventolera estuvo a punto de provocar un serio disgusto entre el respetable.
La Eivissa Jazz Experience había abandonado ya el escenario y todo estaba dispuesto para que el cuarteto del percusionista indio Trilok Gurtu iniciara su concierto. El músico se sentó, parapetado tras un arsenal de artilugios de percusión (batería, tablas, platillos e incluso un recipiente metálico lleno de agua), y todo el mundo pudo notar como se le torcía el gesto. La banda arrancó con Monk-E-Desh, pero Gurtu gesticulaba incómodo. Finalizado el primer tema, el público se temió lo peor. «Hace un viento de puta madre, no es un concierto de puta madre», dijo en castellano. «Así, no puedo tocar las tablas», añadió. Un gran 'oh' de decepción se elevó desde la platea. De repente, Gurtu se levantó se giró hacia la bahía de Vila desde las alturas del baluarte de Santa Llúcia y gritó: «¡Stop!». Y algo debe tener este hombre con las alturas, porque el viento, si bien no cesó, si bajó de repente su intensidad. Gurtu acarició las tablas y con una media sonrisa (entre la esperanza y la preocupación) soltó lo que todo el mundo esperaba: «Lo intentaré». Como si atendiera a las enseñanzas del maestro Jedi Yoda («no lo intentes, hazlo»), Gurtu lo hizo, se sobrepuso al constante zumbido que arrojaban los micrófonos debido al viento e incluso a la caída de alguna plataforma de platillos (todo se está cayendo, pero seguiremos tocando», bromeó) para ofrecer un concierto que realmente hizo las delicias de un público entregado desde las primeras notas.
El maldito viento
La penúltima noche del festival en el baluarte de Santa Llúcia con Trilok Gurtu y la Eivissa Jazz Experience estuvo marcada por la buena música y la amenaza de un vendaval
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