Joan Castillo disputa el balón con un jugador del Orihuela.

Aplausos y más aplausos. Eso fue lo que arrancó el Eivissa ayer al término del partido contra el Orihuela, que se saldó sin goles y tuvo al aburrimiento como principal protagonista. Los bostezos se apagaron gracias al agradecimiento final de un público que siempre ha estado con los suyos, para lo bueno y para lo malo. Se merecían este gesto del público tanto Luis Elcacho como sus pupilos, pues ayer cerraron una gran temporada en su regreso a Segunda División B. No hubo milagro en Can Misses y el equipo pitiuso no ganó por siete goles de diferencia -ni siquiera por uno-, quedándose fuera de la próxima edición de la Copa del Rey, pero a nadie le importaba ya eso. Conscientes de la dificultad de este miniobjetivo, la afición se plantó en Can Misses con el único propósito de despedirse de su equipo, ése que tantas tardes de gloria ha ofrecido y el mismo que ha peleado hasta la penúltima jornada liguera por un puesto en el play off de ascenso a Segunda División. El 0-0 contra el Orihuela fue lo de menos.

El cuadro ibicenco saltó al campo con un sistema diferente al habitual: un 4-1-4-1. Rial se quedó como único pivote, Raúl Garrido ocupó el costado, Juan Carlos Sanz, custodiado por Germán, actuó casi de media punta, con Matías Alonso como avanzado, y Fofi se apropió de la banda izquierda en un centro del campo que no se había visto esta temporada. Con este dibujo, el Eivissa ganó poder en la medular. De hecho, la primera mitad tuvo un claro dominador del balón: el equipo ibicenco, que pudo territorialmente con su rival, pero le faltó profundidad en su juego, soso como un caldo sin jamón. Así pues, no fue de extrañar que las ocasiones de gol brillaran por su ausencia. Eso sí, las hubo. A cuentagotas, pero las hubo. El primer aviso lo dio Fofi tras penetrar por la parte izquierda del área, pero, escorado, su disparo se marchó fuera.

Los visitantes no se aproximaron al marco de José Antonio hasta el minuto 15, con un cabezazo de Jonathan que se marchó alto. La réplica no tardó en producirse; José dispuso de la mejor ocasión de este primer periodo un minuto después al recibir un centro desde el costado derecho y rematar, libre de marca, al muñeco. El despeje del portero lo recogió el propio lateral del cuadro ibicenco, que en una buena jugada personal, con recorte al defensor incluido, acabó tirando raso a las manos del meta.

La grada aplaudía, consciente de que si alguien iba a marcar, ése sería el Eivissa. Sin embargo, Kiko Ratón, en el 20', se encargó de enmudecer por un momento a la afición pitiusa con un disparo a la media vuelta desde fuera del área que José Antonio despejó de palomita con apuros. Ahí se acabó el bagaje ofensivo en esta mitad de los oriolanos, que incluso estuvieron a punto de materializar un autogol por mediación de Àlvarez a falta de ocho minutos para el descanso. Afortunadamente para el Orihuela, su intento de despeje con la cabeza se marchó a las manos de Felip.

Tras el descanso, el cuadro visitante mejoró notablemente. De hecho, sólo tardó dos minutos en disfrutar de la mejor ocasión del partido; un disparo de Juanjo lo sacó Joan Castillo bajo los tres palos y su rechace cayó en pies de Kiko Ratón, que tiró sorprendentemente fuera con todo a su favor.

Luis Elcacho movió pieza, dando entrada a Pico y Dopico por Juan Carlos y Raúl Garrido, respectivamente. El dibujo cambió de 4-1-4-1 inicial al clásico 4-4-2, con el malagueño en la banda derecha y el murciano en punta junto a Matías Alonso. Vicente Verza también realizó su particular carrusel de cambios, pero ni por ésas encontraron el camino del gol ninguno de los dos conjuntos. Tevenet incluso probó fortuna desde 40 metros con un disparo que se marchó muy desviado, un ejemplo de la carencia de ideas de uno y otro equipo.

Con todo, el partido pudo decantarse a favor de los ibicencos si el colegiado hubiera sancionado un más que posible penalti sobre Pico en el minuto 86. Ésa habría sido la única forma de acabar con un cerocerismo que permaneció hasta el pitido final, tras el que los jugadores, contagiados por el aliento de sus seguidores, no dudaron en lanzar sus camisetas a la grada.