IBIZA ANTONI TAULE | UH

La Fundación Vila Casas (Can Framis) de Barcelona acoge desde el día 27 hasta el 12 de febrero una amplia exposición retrospectiva de Antoni Taulé (Sabadell, 1945), comisariada por Marie Claire Uberquoi y titulada La magie du silence. Muestra para la que se ha editado un catálogo profusamente ilustrado con textos de la propia comisaria y de dos prestigiosos críticos: Juan Manuel Bonet y Georges Raillard.
El reconocido pintor catalán mantiene desde 1970 una estrecha relación con Formentera, donde tiene taller propio y pasa largas temporadas. Isla que, en algunos aspectos, ha influido en su obra, como apuntó en 2005 a este periódico con motivo de su exposición Filiacions, en la que presentó obras propias, de su padre y de su hijo, también artistas: «Hay imágenes, especialmente las superficies exteriores y los planos casi desérticos, que están inspiradas por Formentera. También la luz interior de los palacios surgió después de haber estado pintando en las cuevas de la isla», aseguró entonces Taulé.
No es el primer caso de un artista catalán que queda 'enganchado' con Formentera. Taulé explicó así su circunstancia: «Fue por una cuestión de trabajo. Estaba en el equipo de arquitectos de la Universitat Autònoma de Bellaterra (Barcelona) y surgió la posibilidad de venir a hacer una construcción. Creí que iba a estar pocos meses, y al final me quedé aquí. Conocí a mi mujer, Laetitia, dejé la arquitectura y me dediqué a la pintura», recordó.
Valoración de su obra
En su texto del catálogo de la exposición, titulado como la muestra (La magie du silence), Uberquoi escribe que «la palabra 'silencio' es quizá un vocablo que podría servir de leitmotiv a la creación pictórica de Antoni Taulé a lo largo de sus diferentes etapas. El silencio envuelve cada uno de sus cuadros, operando como una suerte de poder mágico que permite ahondar en un mundo fascinante, situado en la frontera entre lo real y lo imaginario». «Taulé desarrolla en su obra una reflexión personal sobre el poder de la pintura y su dimensión intelectual, mediante un proceso de distanciamiento muy estudiado. A lo largo de su carrera ha construido un universo pictórico singular, en el que inciden de especial manera las referencias a la arquitectura y el protagonismo de la luz», valora la ex directora del Museu d'Art Contemporani de Palma, Es Baluard, quien residió en Eivissa.
Evolución coherente
Por su parte, Juan Manuel Bonet explica que «tras las primeras tentativas experimentales post-informalistas se aprecia en Taulé, de 1972 y 1973 en adelante, la adopción de un idioma figurativo; luego, a partir de 1975, un acercamiento al lenguaje del 'pop' y de la nueva figuración; un progresivo interés por la fotografía y el cine; una pasión devoradora por el arte del pasado, especialmente por los maestros de antaño italianos y holandeses, así como por nuestros Velázquez y Goya; un interés por el viaje, por la errancia, y por culturas otras, entre ellas la norteamericana y la de un Oriente (India, China) cuya influencia sobre el arte y la cultura modernos a lo largo del siglo XX ha sido fecundísima».
«Y por último, de 1982 en adelante, una intensa dedicación a la escenografía, a la cual ha realizado aportaciones relevantes (...) Esta enumeración podría llevar a un observador superficial a pensar que se trata de un creador disperso, y sin embargo, sucede exactamente lo contrario. Taulé no puede ser más coherente; es Taulé cuando pinta, cuando dibuja, cuando graba, cuando fotografía, cuando filma, cuando concibe el decorado de un drama o de una ópera, cuando escribe, cuando concede una entrevista...», concluye.