Joan Riera en la puerta del restaurante junto al libro dedicado a Ca n’Alfredo. | DANIEL ESPINOSA

Hablar del restaurante Ca n’Alfredo, en el Paseo Vara de Rey de la ciudad de Ibiza es hablar de mucho más que de un lugar en el que se sirven comidas. Es hablar de un pedazo de la historia de la isla de Ibiza desde 1934, año en el que en la Plaza del Parque un matrimonio alemán abriera las puertas de un restaurante que supuso el origen de Ca n’Alfredo.

Es, también, hablar de un punto de encuentro fundamental sin el que no se entendería la vida social y cultural en la ciudad de Ibiza y también hacerlo de la familia Tanqueta, Josep, Pep, Riera, su mujer Antònia Ripoll, Joan Riera, su esposa Cati, sus hijos Alfred y Núria, y de tantos y tantos cocineros y camareros que han estado allí trabajando.

Por ello, el conocido historiador y director de la Enciclopèdia d’Eivissa i Formentera Felip Cirer y la fotógrafa Aisha Bonet han publicado un libro editado por la Editorial Mediterrània centrado en este pequeño, coqueto y acogedor establecimiento situado en pleno centro de la ciudad. Se trata de una publicación de casi 200 páginas repletas de historias, anécdotas, fotografías antiguas y recientes, recuerdos, anécdotas de la vida de Joan Riera desde su infancia hasta ahora, referencias e, incluso, una selección de recetas de la cocina tradicional ibicenca de la que, su dueño, Juanito Riera, tanto presume de cocinar y servir. Además, cuenta con un prólogo del cocinero vasco Juan María Arzak, y con pequeños artículos escritos por relevantes personajes de la política, la cultura y la sociedad ibicenca sobre lo que significa para ellos Ca n’Alfredo.

Se trata pues de un merecido homenaje a un restaurante del que todo el mundo habla bien y que ha conseguido resistir a esas grandes multinacionales que poco a poco lo invaden todo transformando todo lo que tocan haciendo que sintamos añoranza de un mundo en el que todo era mucho más fácil y quizá, más bonito. El resultado lo presentará Lorenzo Díaz, premio nacional de Gastronomía este próximo lunes 22 de octubre a las 20.00 horas en el Espai Cultural Can Ventosa de Ibiza.

—¿Este libro como se podría definir? ¿Es un libro sobre la historia de Ca n’Alfredo, sobre la historia de Ibiza, sobre la cocina de la isla... o sobre todo en general?
—Bueno tiene de todo. Cuando Felip me propuso escribir la historia de nuestro restaurante y empecé a prepararlo, enseguida me di cuenta que sería algo mucho más amplio. Al final hablar de Ca n’Alfredo es hablar de la historia de Ibiza desde la época de la posguerra y de la cocina ibicenca, que es la que siempre han cocinado aquí mi madre y mi mujer.

—Se remonta a 1934, cuando unos alemanes abrieron el restaurante Verner i Gertrudis en lo que ahora se conoce como la Plaza del Parque, pero Ca n’Alfredo empieza después...
—Es cierto. Primero hubo un restaurante montado por este matrimonio alemán en la plaza de Gaietà Soler, ahora conocida como la Plaza del Parque, haciendo esquina con la calle Jaume I, junto a las oficinas de Correos. Después, tras distintos avatares, fue el 22 de diciembre del año 1941 cuando Joan Torres Serra, Murtera, vendió definitivamente el negocio a mi padre por un total de 6.250 pesetas.

—¿De donde viene el nombre de Ca n’Alfredo?
—Del nombre del restaurante que compró mi padre: Bar Restaurante Alfredo.

—¿Cómo fueron aquellos años?
—Difíciles, como toda la posguerra. Afortunadamente rápido mi padre hizo un grupo de clientes fijos que llamaba abonados. Eran gente de todo tipo, sobre todo militares, que venían a la isla solteros y que al no haber residencia militar en Ibiza iban a comer al restaurante todos los días. Mi padre les hacía un precio especial al mes y con eso conseguíamos pagar la luz y todo lo necesario para sobrevivir. Incluso, aquellos militares nos daban el pan que ellos conseguían y que era todo un lujo.

—¿Muchos se casaron en el restaurante? Durante mucho tiempo Ca n’Alfredo fue un referente organizando convites...
—Pues sí. Pero no solo militares. También jueces, médicos, banqueros, gente corriente que llegaba a la isla a trabajar... se enamoraban, se casaban y lo acababan celebrando aquí porque sabían que les tratábamos muy bien.

—Después, casi sesenta años más adelante, llegó la reforma de 1996. Viendo las fotografías el restaurante ha cambiado muchísimo.
—La verdad que sí. Los responsables de Sanidad nos dijeron que el local ya no podía seguir manteniendo las mismas condiciones y que había que reformar. Fue un momento complicado y de muchas dudas porque le pregunté a mi hijo si seguíamos o abandonábamos y al final él fue el que me animo a tirar para adelante. Las obras duraron dos meses, de enero a marzo, y gracias al interiorista Joan Ribas y al maestro de obra Vicent Ribas entre otros le dimos un aspecto completamente distinto. Se quitó la cabina telefónica, la escalera que subía hacia al altillo se sustituyó por otra de caracol para ganar espacio, se redujo la barra, se ampliaron los baños y se cambio la ubicación de la cocina.

—Cambió el aspecto pero no la filosofía.
—Por supuesto. Eso es innegociable. Ca n’Alfredo es y será siempre una casa humilde y honrada donde siempre ha entrado el que ha querido.

—Usted sobrepasa los 70 años pero está en plena forma. Igual que su restaurante.
—Bueno no te creas. Hoy he visto en la prensa el cierre de otro negocio histórico en Sant Antoni, el de Casa Alfonso, y eso me entristece y preocupa profundamente. A mi no me gustaría que eso pasase, me gustaría llegar a cumplir cien años en el restaurante, pero ya voy teniendo una edad y según pasan los años cada vez tengo más claro que necesito encontrar a alguien con las ideas muy claras para que me ayude sobre todo en el tema del salón. Yo sigo al pie del cañón pero solo medio partido porque no estoy para todo el encuentro.

—¿Es cierta esa leyenda urbana de que es muy difícil hacerse rico trabajando en un bar o en un restaurante?
—Sin duda. He sido y soy muy feliz pero de rico nada. Y mi padre lo mismo. Compró el restaurante pensando en que su familia numerosa no pasara hambre pero nunca se hizo rico porque no quiso ser emprendedor. Era de los que pretendía guardar en lugar de invertir en pisos o apartamentos.

—¿No se le pasó por la cabeza en ningún momento abandonar?
—Muchas veces. La primera vez fue cuando recibí una oferta de la Caixa de Pensiones pero cuando se lo dije a mi padre él me convenció preguntándome si quería ser un chupatintas toda la vida. Lo cierto es que ha habido tentaciones pero creo que si hubiera dejado el restaurante hubiera traicionado a mi padre. Estoy seguro que, desgraciadamente, si yo hubiera aceptado alguna de las ofertas, Ca n’Alfredo habría desaparecido y eso no me lo hubiera podido perdonar nunca.

—¿Después de tantos años con que se queda?
—Sin duda con el cariño de la gente. Y también con épocas muy guapas como cuando hacíamos el programa para la TEF Noche de estrellas en Ca n’Alfredo con Concha García Campoy y Toni Roca. Fue genial porque, sobre todo, conocí a una gran amiga y persona como Concha García Campoy.

—Viendo sus fotografías da la impresión de que ya queda poca gente por pasar por aquí...
—Hay de todo. Y otras muchas fotografías que voy quitando porque desgraciadamente quien sale en ellas ya ha pasado de moda. Ahora estoy haciendo un proyecto de fotografías con cocineros destacados, entre ellos mi querido Juan María Arzak.

—Los que llevan muchos más años que yo comiendo aquí me dicen que uno de sus grandes secretos es la cocina ibicenca tradicional que ofrecen...
—Puede ser. Eso también es innegociable Nuestra carta se hace a base de una cocina con raíces, con sabor a agricultura, pescado y carne de nuestra tierra.

—Algo que también se debe a la habilidad en los fogones de su mujer Cati.
—Por supuesto. Se merece una Estrella Michelín aunque se que no le gusta mucho el tema de la cocina moderna. Además, tuvo la suerte de tener una familia en la que se cocinaba muy bien y de conocer a mi madre, Antònia, que hacía magia en los fogones. Entre las dos hicieron la pareja perfecta.

—¿No resulta arriesgado seguir así ahora que se lleva la cocina más de autor?
—Puede ser pero yo soy ibicenco y quiero mucho a mi isla y a lo que hay en ella. En ocasiones se ha planteado la posibilidad de cambiar la carta por platos más sofisticados pero si lo hubiéramos hecho nos habríamos equivocado al cien por cien.

—¿Cual es su plato preferido de la carta?
—(Risas) Pues me pones en un apuro. El que si te diré es el que más pide la gente, un arroz ciego. Entre otras cosas porque somos bastante vagos y nos cansa el tema de las espinas y quitar los huesos. Además, creo que fuimos los primeros en hacerlo en la isla.

—Y ya la última. ¿Este año el Espanyol entrará en Europa?
—(Risas) Ojalá. Estoy muy contento porque por fin el Espanyol ha encontrado el entrenador que necesitaba. Con Rubí jugamos muy bien y solo nos faltaría la suerte necesaria para clasificarnos y jugar en Europa el año que viene.