Vicent Ribas, junto a su hijo Alejandro, quien actualmente regentaba el bar.

«Hoy decimos adiós al bar que servía las mejores raciones de riñones al ajillo, gambas, sepia, lengua o callos de toda la ciudad de Ibiza». Así de claro y contundente se mostró ayer a Periódico de Ibiza y Formentera Joan, uno de los clientes «de toda la vida» del Bar Sa Plaça del Mercat Nou. No era el único.

Entre los muchos amigos, familiares y curiosos que acudieron ayer a acompañar a Vicent Ribas y su hijo Alejandro en el día de su despedida, todo eran buenos comentarios. «No puede haber nadie que hable mal de este bar, de sus dueños y de sus trabajadores, y ahora, el lunes, cuando ya no esté abierto, nos quedaremos huérfanos y sin otro de los comercios emblemáticos de nuestra isla».

No les falta razón. Con el cierre del Bar Sa Plaça, tras ser el único lote que cambia de manos tras el concurso abierto simplificado de concesión de dominio público de explotación y uso de las paradas del Mercat Nou, se pone fin a cuatro décadas de servicio junto a una de sus entradas.

Su dueño, Vicent Ribas, primero montó en 1974 en la calle Isidor Macabich el bar Ses Botes, ahora ocupado por una tienda de ropa, y en 1978 se trasladó a Sa Plaça junto a su mujer. «Todavía me acuerdo del primer día que abrimos; había tanta gente que al obispo lo tuvieron que llevar de brazo en brazo para que pudiera llegar al final del Mercat Nou y pudiera bendecir», recordó ayer el propio Ribas con envidiable memoria entre abrazo y abrazo.

Pronto, este pequeño bar se convirtió en un referente, tanto para paradistas como para vecinos, residentes y cualquiera que se acercara a la zona. Abrían a las 05.30 para empezar a dar servicio y «con mucho esfuerzo, humildad y sobre todo buen servicio» consiguieron que muchos de aquellos clientes se convirtieran en amigos para toda la vida. Los hay alemanes, ingleses, franceses, ibicencos, españoles, mursianus, y hasta muchos que vienen explícitamente desde Formentera. Algo que Ribas se toma con humor y con modestia. «No te sabría decir cuál ha sido el secreto, aunque tener cerca los puestos del Mercat Nou siempre nos ayudó a jugar con ventaja».

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Tal vez por ello sus raciones eran de las más conocidas y cotizadas en la ciudad de Ibiza. Vicent y su mujer ya habían empezado en Ses Botes, pero fue en Sa Plaça donde las perfeccionaron. «Hacíamos de todo, riñones al ajillo, higaditos fritos, sepia, gambas, callos... pero creo que lo más importante siempre ha sido que el producto era de primerísima calidad, teníamos una persona especialmente dedicada a la cocina, y que lo cocinábamos en el momento, no pensando en guardar nada en una vitrina para horas o días después», resume Ribas.

Además, muchos de los presentes ayer recordaban los sábados cuando la ración era la lengua frita. «Aquí nunca se servía nada que ya estuviera hecho y se recalentara en el microondas, y eso ahora, con tanto bar pitiminí, ya no se ve en ningún sitio de Ibiza», recordó Pep, vecino del barrio desde hace más de treinta años.

Mientras, otros muchos, entre refresco, cerveza, trozo de coca y bunyol, también se acordaron del Ayuntamiento de Eivissa. Unos criticaron el sistema «injusto» de concesiones para las paradas en el Mercat Nou y otros el que «no se haga nada para mantener y ayudar a los comerciantes de toda la vida».

«Al final nos estamos quedando con una ciudad sin personalidad y sin memoria ya que todo queda en manos de gente que son de fuera, adquieren un negocio a precio de oro, lo alquilan durante la temporada y luego lo tienen cerrado durante todo el año», se lamentaba María haciendo suyo un rumor que corría ayer entre abrazos y risas durante el cierre del Bar Sa Plaça. «Nos han dicho que los nuevos dueños lo han adquirido sólo para especular y traspasarlo». ¿Verdad? ¿Mentira? El tiempo dirá.