Una vecina de Sant Antoni se acercó ayer al pleno para mostrar su rechazo ante el turismo que llega al municipio. Según contó, cuando llegó hace 42 años era una localidad «maravillosa» que nada tiene que ver con la situación actual.

Habló como ciudadana, madre y abuela y explicó lo difícil que es pasear por el municipio y ver que las mujeres que el año pasado iban en biquini por la calle, ahora pasean a sus anchas «en tanga» con total impunidad.

De esta manera, y sin mostrar ninguna preferencia política, se quejó de ir por el paseo y ver a «negras (sin querer ofender), venta ambulante de gafas que, a partir de las 10 de la noche, hace que esas personas se den la mano para pasarse otras cosas (en este caso, sustancias estupefacientes)».

Una denuncia conocida no solo por los residentes en Sant Antoni, sino también por el resto de vecinos de la isla.

En este sentido, Aída Alcaraz, concejala de Gobernación, agradeció su intervención y señaló que, aunque son conscientes de esta situación, «no llegamos a todo».

Se refirió así a la falta de efectivos policiales con los que cuenta el municipio para poder responder a la demanda. «Ha habido una treintena de detenidos por gas de la risa, pero la venta ambulante solo tiene infracciones administrativas y, como suele darse por parte de extranjeros, la sanción económica es muy difícil cobrarla».

La realidad es que Sant Antoni, en plena temporada alta, suele ser noticia por temas relacionados con la prostitución o la venta de estupefacientes en el núcleo central del municipio.