Maite Barchín, en la oficina en la que atiende a los usuarios de Cáritas. | MARCELO SASTRE

Maite Barchín cuenta con sosiego la situación dramática que vive día a día atendiendo a gente en Cáritas. El problema del alquiler se percibe ya como el factor del que deriban en Ibiza la mayoría de las situaciones de pobreza. Incluso por encima de la falta de trabajo. En mayo el organismo de atención social de la Iglesia Católica de Ibiza y Formentera publicó un informe en el que se alertaba de la situación y sus consecuencias a medio y largo plazo, todavía por conocer.

¿Cuál es el perfil de usuarios que os encontráis ahora?
—El número de personas que vienen a trabajar se ha incrementado y es el principal perfil que nos encontramos ahora. Trabajadores que encuentran trabajo pero no encuentran lugar para dormir. Los afortunados que tienen coche se quedan en el coche y el que no, busca algún hueco en la ciudad en el que poder cobijarse. Incluso encontré una vez a un chico que estaba buscando alojamiento y decía que había cogido dos trabajos para no tener que estar en la calle dando vueltas. Un chico joven de veintipocos años. Vino a Ibiza y tenía trabajo, un buen salario, estaba contento, pero cogió otro trabajo para no tener que estar dando vueltas por la ciudad sin un sitio al que ir a cobijarse. Prefirió tener el tiempo ocupado, pero el pobre estaba al borde del colapso.

¿Son muchas las personas que se encuentran en esta situación, sin casa o en precario?
—Si. Hay bastantes personas, pero es una situación en la cual, como es algo íntimo y vulnerable no les gusta comentarlo o que les vean sus familias o que alguien sepa de esta situación . No quieren preocuparles. Si te enteras de que tu hermano vive en la calle para sacar unos euros en verano… es difícil para ellos.

Pero es gente con trabajo y lo normal es que alguien, si no tiene realmente una necesidad de verdad no acuda a Caritas. ¿Esto se da porque no hay vivienda o por que la vivienda es demasiado cara?
—Es una combinación de las dos cosas. Es difícil encontrar sitio si los que hay superan el pòder adquisitivo de estas personas. Es disparatado que por una habitación o por una cama te pidan 400 euros y tienes que estar con otras cuatro personas. No sé. Tu intimidad, sentirte a gusto, recogerte...eso no existe. En la encuesta que hicimos los principales comentarios respecto a las faltas, el principal comentario se refería a la intimidad. A esa falta de espacio que necesitamos para reconstruirnos. Poder reflexionar sobre como ha ido el día o lo que tienes que hacer mañana...es complicado cuando no tienes ese espacio para descansar y recogerte. Hay familias viviendo en una habitación porque en el salón hay otras personas durmiendo.

¿Cómo se les ayuda desde Caritas?
—Desde aquí no se puede ayudar con viviendas, dado que no hay recursos, no hay vivienda social y el mercado es libre. Al menos debería haber alojamientos con precios acordes a los ingresos que tienen, a los salarios mínimos. Al menos debería regularse eso. No se trata de que todos tengan que vivir en mansiones en Roca Llisa. Simplemente el poder acceder a una vivienda es una cosas que todos deberíamos tener, acorde a los ingresos de cada uno. Debería haber una regulación para garantizar el derecho de las personas que ganamos 1.000 euros a tener una vivienda, ¿o solamente la puede tener el que gana 3.000 o 5.000?

¿Encontráis muchos abusos por estos alquileres de temporada a inquilinos residentes?
—Si que encontramos bastantes casos. Se les orienta para que sepan que tienen unos derechos y unas garantías. Pero sí que hay gente que nos informa, sobre todo personas en situación vulnerable. Sobre todo las personas que están en situación irregular y tienen miedo de que si avisan a la policía se encontrarán con complicaciones. Son más fácilmente presionables. Muchos se encuentran sin contrato, casi nadie tiene un contrato de alquiler de habitaciones, a pesar de que estos contratos se pueden hacer, hay unos modelos estupendos en internet, pero nadie los hace. Es tu palabra contra la mía, yo te pago pero no tengo un recibo de que he pagado. Qué garantía tengo yo de que no me vuelvas a reclamar al cabo de una semana la misma cantidad. La misma que tiene el otro.

¿Mediáis entre inquilinos y arrendadores?
—Solemos informar. No nos han solicitado mediación pero sí que asesoramos, derivamos a servicios jurídicos, principalmente del Ibavi, que pusieron un servicio para ello. Las personas que reciben estas presiones cogen herramientas para contestar y hacer valer sus derechos. Lo que pasa es que si eso enrarece la convivencia en muchos casos optan por marcharse. Si encima de que las condiciones de vida no son buenas tienes que tener malos rollos con tu casero con el que te cruzas cada día.

¿De dónde es la gente que acude ahora a Caritas?
—Hay muchas personas españolas que acuden y les ayudamos con los servicios externos que tenemos de alimentación, por si tienen que invertir mucho dinero en la vivienda, les compensamos para que el coste de vida sea un poco inferior. Hemos hecho algunas colaboraciones económicas para el pago, pero son ayudas grandes que no se pueden mantener en el tiempo. Alguna mujer que llega a la que hay que pagar una pensión un fin de semana, que los servicios sociales no pueden acudir y hay que dar una respuesta rápida y urgente. Lo que se puede.

¿Alguna situación muy extrema que te hayas encontrado?
—En el informe recojo una anécdota. Habían puesto una cama en un baño y en el anuncio de alquiler ponían habitación con poca intimidad, porque la compartía con el usuario de la habitación. Era una habitación con baño interior, pero en el interior del baño habían puesto una cama. Y cuando te lo cuentan dices “estás de broma”, pero no, era real. El chico no la alquiló, pero seguro que hubo alguien que si la alquilara. Y luego casos como una vez que estaba en el despacho con una mamá con dos gemelos que se estaban agitando en el carrito, le sugerí ponerlos en el suelo para estar más tranquilas mientras conversabamos y de repente la madre se sorprende y dice “mira, ¡ya caminan!”. Eran bebés de 18 meses que la madre no los había podido poner a ejercitarse para que gatearan, por falta de espacio y por que los espacios libres no reunían las condiciones de higiene para dejar a un bebé. Y los niños empezaron a dar sus primeros pasos en este despacho, algo que fue muy tierno y muy dramático al mismo tiempo.

—En el informe de mayo se indica el gran perjuicio que supone esta situación para las familias, ¿puede explicarme esa idea?
—Las familias en mi opinión son el principal sostén de una sociedad y aquí se están dañando porque se les están quitando elementos de apoyo de esas relaciones. Lo que comentábamos antes, yo llego a casa y no me puedo sentar a comer con mi familia porque no tengo esa opción. Hay que comer en la habitación y cocinar rápido en la cocina porque tiene que venir otra persona. La incomodidad de tener que ir al baño y que esté ocupado por otra persona, hay que programar horarios entre los habitantes de la casa. Eso es una pérdida de calidad de vida para las familias que no tienen posibilidad de reunirse, los niños no tienen un espacio para estudiar, tienen que hacerlo en las camas. Es distinto que alguien que tiene un espacio para estudiar, que estará más motivado. Se está produciendo un daño del que todavía no se es consciente. Todo el mundo va día a día asumiendo estas cosas pero tienen repercusiones al medio y largo plazo en materia de relaciones, de resultados académicos, futuro laboral…

—Imagino que este informe de vivienda de mayo de 2018 lo han hecho llegar a las instituciones públicas. ¿Hay respuesta por sus parte?
—Las instituciones están completamente desbordadas. No saben como atajar esta situación, se está absolutamente desbordado. Se intentan tomar medidas de sanciones a los alquileres turísticos no declarados. Se ha prometido iniciar la contrucción de vivienda social. Pero todo eso es de cara a un futuro, a día de hoy no hay opciones, hay muy pocas. Hay una paradoja que se da, se ha hecho la Ley de vivienda del Govern Balear, una ley autonómica que intenta atajar el problema pero tibiamente, porque sólo se enfoca a los grandes tenedores de vivienda. Lo que ocurre es que aquí todo el mundo ha aprendido a sacar beneficio de la vivienda. Hay familias y personas que salen de su vivienda en verano para alquilarla. Es algo que todo el mundo lo tiene muy asumido como algo normal. Todo el mundo lo hace, por que nosotros no. Desde esa normalización y justificación aquí estamos todos metidos en el mismo saco intentando sacar una tajada del verano, ¿a costa de cuántas pérdidas de las que todavía no somos ni conscientes?

—¿Hay perspectivas de llegar a una solución para este problema?
—La LAU permite arrendar tu vivienda incluso por horas. Es una normativa contradictoria con otra ley que intenta poner unos límites como es la autonómica. Siempre se podrán acoger los que quieran alquilar mediante alquileres de este tipo a la LAU. Entonces tenemos que ir todos a una en cuanto a la legislación de los alquileres y sobre todo en cuanto a la legislación de la vivienda. Tiene que pasar a ser un derecho fundamental. Como lo es la educación o como lo es la sanidad. Desde ahí sí se puede abordar este problema. Todos nos extrañamos cuando hay alguien que no ha recibido asistencia sanitaria, la persona sale en los medios el caso. Este niño está sin educación y entran en juego los servicios sociales. Pero hay alguien sin vivienda y todos nos quedamos de brazos cruzados. Cuando se considere que la vivienda dignifica a las personas y es fundamental que tengan un espacio en el que estar acogido, tal vez. No se trata de que todo el mundo tenga que estar en mansiones, pero sí que tengan según sus ingresos la opción a tener una vivienda digna.