Una camarera atiende a los clientes de uno de los locales de la Plaza del Parque, una de las zonas más turísticas de Vila. | Arguiñe Escandón

El número total de parados se situó en 3.252.130 personas en mayo en España, 83.728 menos que el mes anterior, según datos publicados ayer por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, lo que supone una reducción del 5,7% en el caso de Balears respecto al mismo mes del año anterior.

En Ibiza, sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Durante los últimos años ha padecido un descenso significativo de los trabajadores que vienen para hacer la temporada turística, principalmente por los desorbitados precios de la vivienda, que rondan los 1.000 euros por el alquiler de una habitación.

Este fenómeno de la gentrificación, que combina elementos como la revalorización del suelo y el incremento del coste de la vida, es común a otras grandes ciudades españolas. Mientras que en Madrid o Barcelona el resultado es el desplazamiento de los vecinos de los barrios céntricos a otros más periféricos, en Ibiza una de las consecuencias más palpables es la incapacidad de comerciantes y empresarios para completar sus plantillas. Los otros grandes afectados son ibicencos y residentes, cada vez más ahogados por esta espiral al alza.

Los factores que entran en juego son varios. Por ejemplo, el turismo de lujo, de gran poder adquisitivo, que está alimentando la burbuja hasta precios prohibitivos. Sin ir más lejos, en estos momentos hay un anuncio en el portal inmobiliario Idealista que alquila por 47.000 euros al mes un piso de tres habitaciones y 138 metros cuadrados en Marina Botafoch. Cabe destacar también que Ibiza está entre las ciudades más caras, al nivel de San Sebastián, Madrid o Barcelona. El pasado mes de enero, el municipio de Vila superó los 5.000 euros el precio por metro cuadrado.

Comerciantes

Álex es el propietario de la cafetería Es Cafè, situada en una de las esquinas del Parque de la Paz. Ya entrados en el mes de junio, explicó a Periódico de Ibiza y Formentera que no tiene la plantilla completa y que, por eso, no puede abrir la cafetería por las tardes. «Llevo ya un mes intentando abrir por la tarde y no encuentro personal capacitado para ello», aseguró Álex, quien cuenta resignado que tiene que cerrar su bar a las 17.00 horas. El local, que abre a las 07.30 de la mañana, cuenta ahora mismo con dos trabajadores: una cocinera y un camarero de terraza, más el propio Álex, que necesita a dos trabajadores más para abrir por la tarde. «Los problemas que me estoy encontrando para contratar es la falta de gente con preparación cualificada para trabajar en la hostelería. Y cuando encuentro a gente que sí lo está, no tienen piso o vivienda para poder vivir y trabajar en la isla. Está la cosa complicada», admitió Álex, que está en proceso de selección de personal.

Más difícil es la historia de Toni, un ibicenco «de los de toda la vida». Este trabajador también es el encargado de la cafetería Tom, que regenta junto a su mujer. «Los distribuidores nos dicen que no venden nada. Quienes ganan dinero son los beach clubs y los sitios exclusivos de la isla, así como las discotecas. Pero nada más», afirmó visiblemente afectado a este periódico. Según su testimonio, el comercio local va para abajo, mientras que en otros años cuando, por ejemplo, trabajaba en Platja d’en Bossa «me iba bien y no te hablo de la zona turística, sino de la de los trabajadores».

Pese a que Toni tiene vivienda en propiedad en la isla, se está planteando seriamente marcharse a Madrid con su mujer, que es de allí. «Puedo aguantar un mes, no más si esto no mejora», aseveró. Los comerciantes de la zona le piden currículums de la gente que él no puede contratar, ya que falta personal en toda la isla. «La gente ahora ya no encuentra donde vivir y por cuatro duros prefieren quedarse en la Península», finalizó.

Laura es de Granada, acaba de terminar la carrera de Derecho a sus 25 años y trabaja en una notaría. «En lo laboral me va bien, pero es verdad que el tema de la vivienda es muy difícil». Laura, que tiene vivienda porque la tía de su pareja tiene un piso aquí y se lo dejan «a precio de familia», reconoció que si no tienes familiares en la isla o no conoces a alguien que te alquile una habitación a un precio razonable «lo tienes muy complicado para vivir aquí».

Mireia, de 35 años, lleva 10 residiendo en la isla y está realizando tres sustituciones, por lo que tiene bastante trabajo. Hace tres años consiguió alquilar dos habitaciones por 550 euros, que al año siguiente fueron 700. Pese a que reconoce que «el precio está bien para como está el mercado», ella no considera que lo esté.

Yolanda, de 41 años, no es de aquí. Está buscando trabajo mientras cuida a sus hijos, lo que está siendo un problema por los horarios laborales que le ofrecen. «No me permiten conciliar y los salarios son muy bajos y la mayoría de temporada», explicó en la salida del Servei d’Ocupació de les Illes Balears (SOIB). Pese a que los alquileres «son carísimos», ella paga un precio razonable y que en los últimos años ha subido pero poco.

Joana es mallorquina y tiene 44 años. Está terminando un máster en Formación del Profesorado mientras busca trabajo como profesora en la isla. «Vivo con mi marido en un piso muy caro, al precio de cómo están las cosas en la isla y lo peor es que no puedes elegir, tienes que conformarte con lo que hay». Pese a ello, Joana está contenta. Su pareja tiene un trabajo estable y se plantea vivir en Ibiza a largo plazo «si fuera posible y nos va bien».

Unos problemas que, en algunos casos, llevan a las pequeñas y medianas empresas a pagar salarios más elevados a sus trabajadores o a que los propios empresarios intenten buscar soluciones al problema habitacional, el reto más urgente e importante que aborda un año más la sociedad pitiusa.