Lo que de verdad importa.

Fue en una formación que realicé en Barcelona hace unos años, cuando el formador, que nos hablaba de gestión del tiempo y de objetivos, nos ejemplificó en vivo la escena que se explica en lo que luego supe que era un hermoso cuento.

El mensaje que aquel formador nos transmitió de esta manera, me impactó profundamente y jamás lo olvidé. Y, hoy, cuando pensaba sobre qué escribir esta semana, ha vuelto a mi memoria.

He pensado que sería una bonita forma de explicar una idea que considero muy importante y, por ese motivo, he decidido recuperarlo y traerlo aquí.

He de decir que desconozco su autoría, aunque aparece en múltiples entradas en internet, lo cual da cuenta de su gran éxito y del enorme valor que transmite.

Yo lo he transcrito, un poco a mi manera.

Dice así:

«Un día, un anciano profesor fue llamado como experto para hablar sobre la planificación más eficaz del tiempo a los mandos superiores de algunas importantes empresas norteamericanas.

Entonces decidió probar un experimento. De pie, sacó de debajo de la mesa un gran vaso de cristal vacío. A la vez tomó también una docena de grandes piedras que colocó con delicadeza, una por una, en el vaso hasta llenarlo.

Cuando ya no se podían meter más piedras en el vaso, preguntó a los alumnos:

“-¿Les parece que el vaso está lleno?”.

Y todos respondieron: “-¡Sí!”.

Esperó un instante e insistió: “-¿Están seguros?”.

Se inclinó de nuevo y sacó de debajo de la mesa una caja llena de gravilla, que echó con precisión encima de las grandes piedras, moviendo levemente el vaso para que se colara entre ellas hasta el fondo.

“-¿Está lleno esta vez el vaso?”, preguntó.

Más prudentes, los alumnos comenzaron a comprender y respondieron:

“-Tal vez aún no”.

“-¡Bien!”, contestó el anciano profesor.

Se inclinó de nuevo y sacó esta vez un saquito de arena que, con cuidado, echó en el mismo vaso. La arena rellenó todos los espacios que había entre las piedras y la gravilla.

Así que dijo de nuevo: “-¿Está lleno ahora el vaso?”.

Y todos, sin dudar, respondieron: “-¡No!”.

“-En efecto”, respondió el anciano.

Y, tal como esperaban, tomó la jarra que estaba en la mesa y echó agua en el vaso hasta casi llegar al borde.

Y, de nuevo, volvió a preguntar: “-¿Y ahora, ya está el vaso lleno del todo?”.

Los alumnos callaron, sin saber muy bien qué decir. Ahora el vaso sí parecía estar totalmente lleno, pero, no se atrevían a afirmarlo con rotundidad.

Y el anciano, les volvió a sorprender, aún más si cabe, diciendo: “-Parece que ya está lleno del todo y que no cabe nada más, ¿verdad? Pues se equivocan…”.

Y, cogiendo la taza de café que tenía encima de su mesa, con una amplia sonrisa en su cara, volcó el negro líquido dentro del vaso, haciendo que llegara hasta el borde del vaso.

En ese momento, alzó la vista hacia el auditorio y preguntó:

“-¿Cuál es la gran verdad que nos muestra ese experimento?”.

El alumno más audaz, pensando en el tema del curso (la planificación del tiempo), respondió:

“-Demuestra que, también cuando nuestra agenda está completamente llena, con un poco de buena voluntad, siempre se puede añadir algún compromiso más, alguna otra cosa por hacer”.

“-No”, respondió el profesor. “-No es eso. Lo que el experimento demuestra es otra cosa mucho más importante: si no se introducen en primer lugar las piedras grandes en el vaso, jamás se conseguirá que quepan después”.

Tras un instante de silencio, todos se percataron de la evidencia de la afirmación. Así que prosiguió:

“-¿Cuáles son las piedras grandes, las prioridades, en su vida? ¿La salud? ¿La familia? ¿Los amigos? ¿Defender una causa? ¿Llevar a cabo algo que les importa mucho?

Lo importante es meter estas piedras grandes en primer lugar en su agenda. Si se da prioridad a miles de otras cosas pequeñas (la gravilla, la arena), se llenará la vida de nimiedades y nunca se hallará tiempo para dedicarse a lo verdaderamente importante.

Así que no olviden plantearse frecuentemente la pregunta: “-¿Cuáles son las piedras grandes en mi vida?”, y situarlas en el primer lugar de la agenda. Y, lo más importante de todo…”. Y, guiñando el ojo, les dijo: “-Recuerden que, siempre, debe de haber tiempo para una taza de café…”.

A continuación, con un gesto amistoso, el anciano profesor se despidió del auditorio y abandonó la sala, ante los ojos atónitos de su público”.

A modo de reflexión, me gustaría proponer que reservemos un rato para estar con nosotros mismos, y lo dediquemos a observar con atención.

¿A qué cosas le estamos dedicando nuestro tiempo realmente? ¿Hay cosas que sean muy importantes para nosotros, que se nos estén quedado fuera, por ese motivo?

Podría ocurrir que descubriéramos que nuestro tiempo, quizás, se nos está yendo tontamente en “gravilla y arena”. Y, tal vez, para cuando queramos dedicarnos a lo que de verdad importa, podría ocurrir que ya no nos quedara tiempo suficiente para ello.

Y tú, ¿a qué le dedicas tu tiempo?