Nació en Sant Llorenç, es de Can Forn de Calç, y es en esta parroquia donde vive esta ibicenca por los cuatro costados que en sus inicios en el mundo laboral pasó por casi todos los servicios hospitalarios.  

¿Dónde empezó a trabajar?

—Lo recuerdo perfectamente porque el primer verano que trabajé me dieron el contrato de desplazados para atender a la población flotante. Fue un contrato de tres meses.

¿Cómo lo recuerda?

—Aprendí mucho. En los cuatro años de los estudios de Enfermería, antes cuando yo estudiaba eran tres, recibes mucha formación teórica pero una enfermera puede estar desde atención primaria, urgencias, una UCI de adultos o de neonatal y no recibes una formación específica. Acabas la carrera con una base de conocimientos, pero en el momento en el que empiezas a trabajar, según donde te toque, tienes que aprender mucho más. Me sirvió para aprender mucho de curas, por los accidentes de tráfico y quemaduras, y lo recuerdo con nervios pero bien. Fue una experiencia bonita.

¿Y después?

—Por el camino que hemos empezado todos, que te van dando contratos de dos días, de una semana.

¿Ha padecido la rotación?

—Sí, sí. Es un estrés al que te ves sometido. Cuando trabajas aprendes. Tienes una base teórica pero en la práctica la vas aprendiendo sobre la marcha. Roté por diferentes centros de salud, estuve trabajando en una residencia sociosanitaria, en el Reina Sofía, y así durante unos años. En 2009 hubo oposiciones y conseguí sacar plaza en el centro de salud de Can Misses pero me fui al hospital. Aparte de la nota del examen, una base muy importante, que es lógica, está la puntuación por el tiempo trabajado y no pude quedarme en atención primaria.

¿Dónde estuvo en Can Misses?

—Estuve en un sitio donde nunca hubiera dicho que hay personal de Enfermería, que es en Farmacia, y hacen una labor muy importante. Aprendí mucho de farmacología, empecé como enfermera, después aumentó la plantilla y estuve de supervisora. Hicimos todo el traslado al hospital nuevo, que fue mucho trabajo.

¿Cómo lo recuerda?

—Fue muy duro. Eran jornadas de trabajo interminables porque era cumplir con tus funciones diarias y aparte dedicarle tiempo a la mudanza y a la preparación. Farmacia se transformó al cien por cien. Pasamos de tener la medicación como en las estanterías del supermercado a tenerlo todo robotizado. Es el aprendizaje y el funcionamiento de todo el aparataje y la formación del personal. Es algo que queda en tus espaldas.

Ya veo que le marcó el traslado.

—Yo creo que a todas mis compañeras. Cualquier cargo intermedio, supervisoras, les marcó el cambio. Fue un impás el pasar de una manera de trabajar a otra. No voy a decir que sea mejor ni peor, sino diferente.

¿Desde cuándo está en el centro de salud de Can Misses?

—Desde hace casi dos años. La coordinadora de Enfermería del centro, Antonia Tur, con la que coincidí en mis inicios estaba a punto de jubilarse y pensaron en mí. Justo yo había dejado la supervisión en Farmacia porque estaba saturada de todo el proceso del cambio y me ofrecieron la oportunidad de volver como coordinadora.

¿Cuál ha sido su mejor experiencia?

—No sabría decirle una en concreto. Son miles de situaciones que vives, como el momento en el que ves que un paciente llega al objetivo de salud que se ha marcado. La salud no es solo la ausencia de la enfermedad sino mucho más. Que un paciente pueda lograr el máximo de sus posibilidades es un momento maravilloso.

¿La peor experiencia?

—Supongo que para muchos compañeros, no sólo enfermeros sino médicos y auxiliares, uno de los peores momentos es cuando vives la primera muerte de un paciente que está a tu cargo. Pero lo que más me ha marcado fue en mi periodo de prácticas en el que incluso me planteé si quería seguir. Me tocó hacer prácticas en Oncología infantil. Llegaba a casa llorando, fueron unos meses muy duros. El trabajo de enfermería te permite trabajar en diferentes puestos y descubrí que la parte infantil no era lo mío y mucho menos la oncología. Fue muy duro y difícil pero bonito. Ahora en la distancia soy capaz de ver la parte positiva, como la lucha y la superación de las familias y de los niños que te dan lecciones, en aquel momento veía lo negativo.

En un trabajo como el suyo imagino que resulta difícil no llevarse el trabajo a casa.

—Intentamos no hacerlo pero, a veces, es inevitable. Si te lo llevas a casa lo importante es que tú puedas gestionarlo. Hacemos amistad con compañeros de trabajo y con ellos te liberas. El problema sería que te desahogaras con tu pareja al llevártelo.

¿Siente reconocido el trabajo de Enfermería?

—Poco a poco se va reconociendo más. Últimamente se ha hablado del uso sexista que ha habido de la enfermera. Las cosas están cambiando, poco a poco el trabajo se está reconociendo más y como labor autónoma, que no siempre estamos ligados a una orden médica o a la prescripción de un especialista. Podemos desarrollar de forma autónoma nuestras funciones. Disfruto con mi trabajo e intento hacerlo lo mejor posible, seguir la formación continuada porque es fundamental, siempre hay novedades en cuanto a tratamientos.