Una casa de campo que se encuentra en los alrededores de Forada ha sufrido, por segunda vez en menos de un año, una nueva ocupación. Se trata de un inmueble que Mónica Martín y sus hermanos heredaron después de que su padre falleciera hace dos años. «Esta casa la construyó mi suegro, ladrillo a ladrillo, durante 20 años y ahora estamos arreglándola poco a poco», explicó Javi Vicedo, marido de Mónica.

Visitan el terreno cada dos o tres días para comprobar que todo está «en orden» y cada cierto tiempo hacen barbacoas con amigos. «No tiene ni luz ni agua, pero vengo a cortar leña de vez en cuando», dijo Vicedo. Así, el jueves se acercó precisamente para eso, cortar leña. La amontonó en un lateral de la casa y cuando el lunes fue a recogerla con su hija se encontró con cuatro okupas en el interior.

«Vi un coche aparcado que pensaba que era de un amigo que, a veces, se queda aquí, pero empecé a llamarle y no me contestaba», relató. «La chimenea estaba encendida y vi que había cuatro chavales extranjeros tranquilamente fumando y comiendo galletas. Les pregunté si conocían a mi amigo y me dijeron que no», cuenta Vicedo. Hecho que motivó a dos de los okupas a salir corriendo y que hizo que los otros dos tuvieran que darle explicaciones. «Uno me dijo que el año pasado ya había estado aquí de okupa y el otro me decía que no tenía casa y que tenía una hija a la que mantener, pero conseguí que se fueran».

La historia se repite

La situación vivida el lunes no fue nueva para Vicedo quien hace unos meses tuvo que desalojar, por cuenta propia, a varios okupas. «Estuvo la casa ocupada durante todo el verano. Hubo denuncias por todos los lados, pero viendo que nadie hacía nada, cuando hubo menos gente a final de temporada vinimos a echarles por las malas», explicó. «Les dijimos que si en una semana no se iban les íbamos a echar por las malas. Si ellos tenían 200 amigos, nosotros 400», añadió.

Ahora, esta familia tiene «miedo» de que se repitan los mismos hechos que en verano. «Aquí hubo más de 80 personas entre caravanas, furgonetas, tiendas de campaña y tipis que montaban fiestas ilegales e incluso tenían una barra americana con un Dj y con un cartel en el que informaban del precio de las copas». Además, «rellenaban la piscina con el agua de un vecino y se engancharon al poste de la luz que está en frente, porque también tenían una plantación de marihuana en un almacén que ni siquiera nos pertenece», comentó.

Una ocupación que ha hecho que Vicedo se haya pasado todo el invierno recogiendo basura del terreno y solucionando algunos desperfectos. «He sacado más de 30 colchones del interior y si no lo controlamos puede pasar lo mismo ahora porque ya saben que esta casa ha estado okupada», contó Vicedo.

En este sentido, critica la «pasividad» de la Guardia Civil ante este tipo de situaciones. «Al ir a poner la denuncia me dijeron que si no me habían robado nada, ni roto la cerradura, la denuncia quedaría archivada». El problema es que Vicedo no iba con la intención de entrar en el interior por lo que no llevó las llaves de casa; hecho que hizo que no se percatase de que le habían cambiado la cerradura y bloqueado con tablones de madera algunos de los accesos de la casa, como puertas y ventanas. Aún así, Vicedo explicó que los okupas no tenían maletas en la casa por lo que cree que apenas llevaban un par de días en la casa.

«No entiendo que no se pueda hacer nada cuando te ocupan una casa que es tuya aunque las uses pocos días al año», señaló. Por ello, preguntó a la Guardia Civil cómo tenía que actuar si se repetía la ocupación. «Les dije que si me pasaba esto era mejor coger un palo y olvidarme de la Guardia Civil, etc y me dieron a entender que sí con la cabeza».

Ante este nuevo «susto», los propietarios de la casa de campo aseguraron que visitarán el terreno «todos los días», además de contar con la ayuda de los vecinos de la zona que les avisarán si ven algo extraño. «El problema es que nosotros trabajamos, tenemos nuestras casas y nuestras cosas de hacer, como todos, y ahora vamos a tener que estar pendientes de esto porque puede volver a pasar», dijo Mónica Martín, una de las propietarias del inmueble.