Samia Mestasi, mediadora intercultural en el Área de Salud de Ibiza y Formentera.

El trabajo de Samia permite que la lengua no sea una barrera entre los profesionales y pacientes. Estudió Traducción en Granada pero la mayor parte de su vida laboral ha girado y se desarrolla sobre la mediación intercultural.

¿Cómo fue el salto de estudiar Traducción a la mediación cultural?

—No lo sé. Siempre me ha gustado trabajar con gente. Estudié Traducción porque sabía idiomas pero en realidad lo de traducir libros no me divertía mucho. Apareció este trabajo de casualidad porque llegué a Ibiza y, como todavía me estaba adaptando, me dediqué a dar clases de castellano a las mujeres como voluntaria en Cáritas. El Ayuntamiento estaba en contacto con Cáritas, escucharon hablar de mí y me ofrecieron ese trabajo.

¿Cómo fue el salto de Granada a Ibiza?

—Por razones personales, yo ni siquiera sabía que existía Ibiza. En junio hará 20 años. En Cáritas hacía de labores de voluntariado pero los primeros años trabajé de guía turística.

¿Cómo recuerda sus inicios en la mediación intercultural?

—Cuando me explicaron el perfil que querían pensé que esto era lo mío pero era una profesión que no existía. Había ejemplos en Inglaterra y en Francia y me empecé a empapar de todo. Ni siquiera los que me contrataron sabían lo que tenían que hacer. Tenía que desarrollarse. Era el boom de la inmigración en España y en Balears y se necesitaba gente

¿Y el primer día de trabajo?

—Con despiste pero con mucha ilusión. Me gustaba mucho pero no tenía ni idea de cuáles iban a ser las funciones. Al principio había un equipo en todo Balears y nos íbamos reuniendo y perfilando un poco las funciones.

¿Cuántos idiomas domina?

—Cinco y medio porque el italiano ya se me ha olvidado, más o menos. Inglés, francés, árabe, castellano, catalán y el italiano que se me ha olvidado un poco por el catalán.

¿Cómo pega el salto del Ayuntamiento de Eivissa al Área de Salud?

—También por casualidad. Me enteré que estaban buscando a alguien. En mi familia hay médicos pero yo no quería ser médico aunque me gustaba mucho el tema de la sanidad. Cuando salió llevaba seis años en el ayuntamiento, no estaba aprendiendo nada nuevo y soy muy inquieta, me presenté y salí la primera. Llevo ya diez años.

¿Con qué población trabaja?

—De todo tipo. La mayoría es marroquí, porque es la que más hay y tiene más dificultades en el idioma.

¿Qué le aporta su trabajo?

—Creo en el entendimiento entre la gente aunque sea un poco utópico. Aporto mi granito de arena en mi filosofía de vida.

¿Cuáles son las mayores dificultades que tienen? ¿La comunicación del idioma?

—Esto por una parte, pero entender el sistema es un poco difícil. A veces nos perdemos nosotros que trabajamos aquí. Llegas a un sitio nuevo con todo lo que tienes que aprender y, además, tienes también necesidades sanitarias y no sabes los circuitos ni tus derechos.

¿Cuál ha sido su mejor experiencia en la mediación intercultural?

—Hay tantas. Para mí todo es positivo, pero sobre todo cuando hay casos que se llevan arrastrando desde hace años y, de repente, te llegan, ves que aportas algo y que por fin se desatascan. Esa es la mayor satisfacción, que la gente tenga igualdad de condiciones.

¿Y lo peor?

—Cuando no puedes hacer nada: o es demasiado tarde o no tienes las herramientas.

¿Qué le gustaría para mejorar?

—Que hubiera más recursos. Es muy fácil decir que se adapte todo el mundo pero si llegas y no tienes recursos para aprender el idioma, no aprendes. Crecí en Marruecos y conocí a muchos españoles que llevaban 40 años y no sabían decir ni hola en árabe. Todo depende del prisma con el que se mire. Ahora es demasiado tarde, tenían que haberse puesto cuando llegaba la gente.

No sea tan pesimista.

—No, los recursos se tienen que poner en el momento.

Pero sigue llegando gente.

—Sí, sigue llegando, mucha menos. Mientras haya desigualdad en el mundo la gente seguirá buscando oportunidades. Es el instinto animal.

¿Qué le parece la gente que tiene que salir en condiciones tan malas como en pateras y muchos mueren en el mar?

—Para mí son héroes. Yo los admiro, no sería tan valiente de salir de esa manera.

Dice que le gusta mucho el trato con la gente, ¿qué le aporta su trabajo?

—Es contribuir un poco, aportar algo en mejorar, no hablo en plan samaritano de los inmigrantes. Los profesionales también lo pasan mal cuando quieren comunicarse y no consiguen mejorar la situación del paciente cuando no se entiende.

¿Se hubiera dedicado a su carrera si no hubiera sido mediadora?

—Lo dudo. No me veo en una conferencia metida en una cabina. Creo que me ha ido más la rama social, sanitaria, relaciones públicas y quizás cooperación, que me gusta mucho, hice un máster de cooperación.

¿Ha pensado en regresar a Tánger?

—Alguna vez me he planteado volver a vivir allí pero como dicen todos: la isla te atrapa y yo estoy encantada. No descarto irme pero no volver allí. No me considero de ningún lado. Igual me voy a Etiopía, no lo sé.

Bueno, tiene un máster en cooperación.

—En ese sentido, no me cierro a nada. De momento estoy aquí, me gusta mi trabajo y me gusta la isla. Ya veremos.

DATOS

● Nació en Tánger el 6 de marzo de 1973

● Con 18 años salió de su país para venir a España a estudiar. Realizó los estudios de Traducción e Interpretación de Idiomas en la Universidad de Granada.

● Trabajó de guía turístico y de voluntaria en Cáritas. Después estuvo seis años en el Ayuntamiento de Ibiza en el área de servicios sociales y de educación y hace diez que trabaja en el Área de Salud.