Teresa Nogueiras: «El paciente tiene derecho a no sufrir; hay que proporcionarle confort»

No hay antecedentes en su familia de médicos pero desde siempre tuvo claro que lo suyo era curar a los demás. Veterinaria y Enfermería estaban entre sus opciones pero finalmente se decantó por Medicina donde lleva ejerciendo 15 años y en Ibiza desde hace casi dos años. Antes estuvo en Canarias y en Lisboa donde hizo la especialidad.

¿Cómo fue hacer la especialidad en Lisboa?

—Mi marido, entonces era mi novio, y yo teníamos un grupo de compañeros de la Facultad con el que nos llevábamos muy bien, decidimos explorar otras formas diferentes del MIR y tener la oportunidad de seguir coincidiendo todos. Teníamos la oportunidad de hacer la especialidad que queríamos en el mismo lugar de residencia. También había compañeros que se fueron antes y las referencias a nivel de formación eran muy buenas. La verdad es que fue lo mejor que he hecho en mi vida. Acabé la especialidad en Lisboa y me quedé allí. Tuve mucha suerte. Mi marido era cirujano y nos quedamos. Era un hospital muy grande y de referencia. Teníamos muy buenos puestos laborales y me quedé como responsable del 061 hasta que nacieron mis dos hijos y, por el horario, me imposibilitó seguir con la emergencia extrahospitalaria.

¿Qué hizo entonces?

—Sin familia cerca y con dos niños pequeños, nos planteamos donde queríamos educar a nuestros hijos. Nos vinimos a España. Mi marido es cirujano vascular y, por su situación laboral, tiene mayor dificultad porque no todos los hospitales tienen esa especialidad; yo voy detrás de sus oportunidades. Siempre hemos estado buscando crecer laboralmente y, por mi especialidad, tengo más facilidad de adaptación. Nos fuimos a Tenerife, al Hospital Universitario de Canarias. Es un hospital de referencia, no se deriva nada y después nos vivimos aquí. Conozco a mi marido hace más de 20 años, los dos somos unos enamorados de Balears y cuando surgió la oportunidad de venir a Ibiza nos vinimos.

Primero Lisboa, Tenerife y ahora Ibiza, es una médica muy viajera.

—Siempre he ido intentando crecer. Cada sitio trabaja de una manera y todas las experiencias son muy buenas. Me ilusiona mucho. Nuestro destino final ha sido Balears. Mi marido es de Mallorca. El hospital es nuevo y es el sitio ideal para crecer. Mis hijos están encantados y hemos llegado un poco a nuestro destino, pero nunca se sabe.

¿Cómo recuerda su primer día de trabajo en Lisboa?

—Son muy profesionales pero muy clasistas. El residente en Portugal es la mano de obra que acata órdenes pero después del primer mes es todo lo contrario, te van acogiendo. Si te adaptas, te dejan crecer y acabas siendo una más.

¿Cuál ha sido su mejor experiencia hasta ahora?

—Ha habido muchas. Cada vez que un paciente te agradece o lo ves satisfecho o consigues salvarlo son momentos muy buenos. Luego las satisfacciones laborales que he tenido de reconocimiento en todos los niveles, te autoafirma y te ayuda a tener más fuerza y mejorar en muchos aspectos.

¿Y la peor?

—Una muy mala en mi segundo mes de residencia. Un chico joven que murió. Recuerdo la sensación de inutilidad que tenía como médico, la pena que sentí de que se muriera una persona joven y de no poder hacer nada.

Ese rasgo de humanidad a veces no es visible en su profesión.

—Somos muy invisibles en Anestesia. Es como el útero. Todo el mundo ve al papá y a la mamá pero el que le protege y aporta todo lo que necesita al bebé es el útero y no se ve.

Pero su especialidad es muy codiciada porque faltan anestesistas.

—Claro. Cada vez abarca más porque hay muchos procedimientos que se hacen ahora con anestesia. Hoy en día, por ejemplo, es impensable una punción ovárica sin anestesia. Hay que proporcionarle el confort a los pacientes.

Parecía antes que el dolor era como asumible.

—Exacto. Es un derecho que tiene el paciente a no sufrir, a adquirir el mejor estatus dentro de su enfermedad.

¿Que le aporta su profesión?

—Siempre me ha gustado la medicina. No me veo haciendo otra profesión. Me encanta lo que hago. Creo que la medicina puede aportar mucho más. Igual hay un déficit de recursos que te tiene que aportar la administración e incluso la gente, que no te agradece nada. He llegado a salvarle la vida a un paciente que gracias a una actuación vive hoy en día. No lo hago para que me agradezcan pero se nota que hay una falta de sensibilidad de la población, no te reconocen que no puedas dormir o comer para atenderlos y eso no pasa en otras profesiones. Creo que en esa parte está muy deshumanizada. Es una visión a nivel cultural. Están los derechos de los pacientes pero los del sanitario no existen.

Tal vez se debería hacer un poco auto reflexión en un colectivo que puede ser que antes estaba un poco endiosado.

—Exactamente y hoy en día no somos nadie. También el hecho de que haya más vías de información. El médico del pueblo antes sabía de todo y hoy es un pringao. Cómo se nos ocurre trabajar 24 horas con lo que se cobra mientras otros que trabajan seis meses al año cobran más y tienen mejor vida. Además, todo sale en Internet y todo el mundo sabe de todo.

Algo bueno tiene que tener su profesión.

—Tiene satisfacciones personales. Es lo bueno que tiene, que nosotros nos sentimos realizados. Si el paciente sale bien, salgo contenta. No esperas nada, lo haces porque te gusta. Me aporta satisfacción que un paciente se despierte y me diga que se siente muy bien.