Acaba septiembre y con él centenares de contratos de trabajadores que encuentran en la isla el sitio perfecto para ganarse la vida en la temporada estival. Unos meses que, gracias a las sustituciones por vacaciones y el aumento de demanda en el sector servicios, «salvan» a todos aquellos que no encuentran su oportunidad durante el invierno.

Es el caso de Jorge Rivas, un ibicenco que finalizó su contrato el sábado por fin de obra después de cuatro meses y medio en la empresa. «Trabajo según se den las circunstancias, pero últimamente de temporada. Prefiero machacarme unos meses y el resto del año descansar», señala. Rivas considera que trabajar esporádicamente compensa siempre y cuando las horas trabajadas sean las firmadas en el contrato. «Creo que es más fácil encontrar un puesto a largo plazo en la isla si eres de aquí que si eres de fuera», matiza.

En una situación similar está María Prado que va enlazando un trabajo con otro, normalmente, de verano en verano. «Cada vez es más difícil encontrar algo duradero si no tienes estudios. Tengo experiencia para aburrir, pero en muchos sitios no interesa», especifica. A sus 54 años dice estar «cansada» de buscar oportunidades «que se pierden por el camino» y confía en que la empresa hotelera que ha contado con ella esta temporada, lo haga también la siguiente.

Con la llegada de octubre han finalizado muchos contratos y a otros solo les queda el último empujón. «Diez días más y se acaba el ajetreo», cuenta Marina Díez desde el mostrador de una tienda. Muchos no ven el momento de que llegue ese día y otros, por el contrario, desearían que no lo hiciese nunca. «Cuando empiezas y te dicen que tienes cinco meses por delante das saltos de alegría, pero ahora ya se acaba y me da miedo no encontrar algo pronto», dice Juan Antonio con la angustia de no saber si va a poder quedarse en la isla o va a tener que volver a la Península.

No todas las opciones gustan

«En mi empresa contratamos a gente para todo el año y, ahora, podríamos contar con dos empleados más, pero no quieren trabajar», dice el dueño de una céntrica charcutería de Ibiza. Para él, el problema es que «la gente se ha acostumbrado a sueldos por encima de los 2000 euros y si no es así, no aceptan el puesto».

Por el contrario, uno de los empleados de una conocida marca textil asegura que «durante los meses fuertes del año se aprovechan de nuestra situación y es difícil acabar la jornada a la hora establecida». Este trabajador está convencido de que la burbuja en la que se encuentra la isla «va a explotar» en algún momento y sabe que si él rechaza un puesto de trabajo por las malas condiciones, su posición la ocupará otro.