La tarde se acaba en Es Pujols y la gente deja la playa para ir a su apartamento de veraneo y acicalarse para la noche pasando por una refrescante y obligatoria ducha, centenares de refrescantes y obligatorias duchas las aguas de las cuales van a parar a la cloaca, donde se mezclan con orines, deposiciones y demás elementos yendo a parar a la estación de bombeo de aguas fecales sita en un rincón de la Plaça Europa, situada en el epicentro de este importante núcleo turístico.

Hasta aquí todo sería normal, pero el problema surge cuando sube el nivel del agua empujando aire, hedor y gases nocivos a la superficie, una situación que durante la temporada se repite un día tras otro desde hace al menos siete años y que se ha transformado en una auténtica pesadilla para Luts Paas, propietario del bar restaurante Luzz: «Tengo el local justo al lado de la estación de bombeo y esto afecta a mis clientes, tengo daños fuertes, en total estamos hablando de unos 150.000 euros de pérdidas en los últimos siete años, porque la gente se sienta y cuando empiezan los malos olores se van». Lutz se ha visto obligado a reducir el tamaño de su terraza, ya que no le salía a cuenta pagar por ocupación de espacio público cuando tenía la terraza vacía a causa de las emanaciones fecales.

Jacobo, responsable de un restaurante próximo, tiene también problemas con los malos olores, «ahuyentan a la clientela. Cada noche tengo que plantar barritas de incienso en las esquinas de mi terraza para camuflar el tufillo que sale de la estación, pero esta no es la solución» se lamenta.

Además de pestilencia, la zona es también un foco de cucarachas, «el año pasado pusieron un pequeño muro para que cuando salieran por las rendijas de la tapa no se extendieran por la plaza» dice Manolo, camarero del Luzz, «pero no atinaron que estos bichos saben escalar y pueden volar y planear». La solución, por tanto, se quedó en un mero recurso estético que solo disimula las tapas metálicas de la estación mal cubiertas con unas gomas que no evitan la salida ni de olores ni de molestos insectos ya que, según Manolo, «cada tarde siempre hay cucarachas cuando barro el suelo a causa de que salen de ahí, claro. Hay que procurar no ponerse nunca muy al fondo, que es donde abundan más al estar al lado de la estación mismo».

Lutz lleva años llamando a las puertas del Consell y de otras administraciones quejándose de este problema, «la primera solicitud sobre este tema la hice en 2011. Cada año estoy hablando con el Consell, a veces con Urbanisme, a veces con Infraestructures o con Medi Ambient. Siempre me dicen que van a mejorar algo, pero nunca han hecho nada, ni han respondido a las cinco o seis solicitudes que yo les he hecho llegar» comenta Lutz. Para él, la solución pasaría por «instalar tapones herméticos. Yo los he visto en Ibiza, son fáciles de instalar y no valen mucho. También se tendría que instalar un tubo de escape hacia arriba para que el aire que sale comprimido por la presión del agua pueda desalojar hacia un espacio donde no moleste». La situación, según Lutz, se agrava más cuanto más fuerte es la temporada y más se llena Es Pujols, «a veces, la bomba ya no da para más y tienen que venir con camiones en plena noche para extraer las aguas fecales. La gente se me va de la terraza, a veces sin pagar» exclama este alemán que regenta el mismo negocio desde hace dos décadas, aunque con unos últimos siete veranos pestilentes en demasía.