Ignacio Calderòn Almendros ofrece mañana una charla en Ibiza.

Ignacio Calderón tiene un papel muy activo en las redes sociales y, de este modo, las familias que integran la Asociación Pitiusa por la Inclusión Educativa y Social (APIES) contactaron con este profesor e investigador malagueño que mañana se desplaza a Ibiza para la presentación oficial del colectivo a las 19 horas en la sede de la Universitat de les Illes Balears (UIB).

—¿Qué va a transmitir a las familias en su charla de mañana?
—Las familias tienen un papel en las escuelas y los centros educativos tienen la necesidad de transformar su actividad y parte de su lógica. Para eso es necesario pensar cosas que no pensamos hoy con la suficiente intensidad, como es en la diversidad, las diferencias o la educación.

—Las escuelas y las federaciones de padres se quejan de la poca implicación en las familias.
—Es verdad que las familias estamos poco implicadas, pero no lo hacemos porque la institución tampoco nos dejan el espacio. Nos piden en la mayoría de los casos que apoyemos en lo extraordinario pero no en lo ordinario y es ahí donde las familias tenemos mucho que hacer en colaboración con las escuelas.

—¿Cómo pueden colaborar las familias?
—En gran medida abriendo lo que ahora es cerrado, es decir, lo que ocurre dentro de las aulas. Sé que es algo controvertido pero la experiencia demuestra que la colaboración de las familias dentro de lo que ocurre en las aulas es uno de los factores más determinantes en provocar equidad y éxito, sobre todo, en niños que están en desventaja.

—Es defensor de la educación inclusiva, ¿se fomenta en las aulas?
—Mayoritariamente no. Muchos centros entienden que hay que agrupar a los alumnos, dependiendo de sus capacidades, y de ahí salen grupos ordinarios, aulas específicas y centros de educación especial. La lógica que tiene que ver con la legislación de nuestro país nos obliga en realidad a que todas las personas, independientemente de sus capacidades, debe estar en grupos ordinarios con los apoyos necesarios.

—¿Aparta la escuela a los niños con necesidades educativas?
—En gran medida sí. Hay un repunte en la cantidad de diagnósticos de los niños que contribuye a esa diferenciación que se hace entre unos y otros y acaba en derivaciones, diagnosticar supone etiquetar. Se está etiquetando desde la etapa más temprana. Nos estamos rigiendo por criterios médicos para algo educativo cuando tienen una naturaleza diferente.

—Pero los diagnósticos precoces favorecen el desarrollo del niño.
—El proceso de diagnóstico tiene sus puntos a favor, pero en lo educativo necesitamos una evaluación psicopedagógica que no es coincidente con la clínica. La evaluación se hace para ajustar el proceso de enseñanza de aprendizaje a cada niño, pero el diagnóstico clínico tiene una lógica biológica que no es la sociocultural que debería de haber en las escuelas. Es decir, cuando hablamos de educación inclusiva nos referimos a transformar los ambientes en la que están los niños y que se incluyan las diferencias, no tanto que se hagan cosas específicas para los niños dependiendo de sus diferencias.

—¿Cree que se están formando guetos para la educación especial?
—No lo creo; está ocurriendo y se abren nuevos centros de educación especial cuando el Estado español dijo que se eliminaría el sistema dual de educación especial y ordinaria.

—¿Son contraproducentes los centros de educación especial?
—Sí, porque nos estamos perdiendo la diversidad en las escuelas, que es el lugar más idóneo en el que los niños pueden aprender a vivir a aprender de la diversidad humana. Educarse implica las diferencias y cuanto más haya, más rico y estimulante es ese ambiente y generamos un mundo más amable para todos.

—Usted habla de la tiranía de las notas, ¿cree que el sistema actual de calificaciones no es bueno?
—Las calificaciones lo que hacen es clasificar a la población y no son neutrales, sino que se deben mucho a la situación previa del alumnado, reproducen las desigualdades que hay y, además, si te titulas o no, en la enseñanza obligatoria, tiene repercusiones muy potentes en tu vida posterior. Hay muchas personas con discapacidad que no titulan en las enseñanzas obligatorias. Eso es una clarísima injusticia y es intolerable.

—¿Cómo tendría que cambiar el sistema educativo?
—No se trata de eliminar todo lo que hay y hacer algo nuevo, sino hacer algo radicalmente diferente a lo que hemos entendido como escuela, pero a la vez hay profesionales que saben hacer muchas cosas. La cuestión es reconocer lo que hacen. Hay que enfocarlo en una lógica de construcción democrática de la escuela. Aprender no es necesariamente memorizar ni obedecer, sino ayudarles a investigar, cuestionar lo que ocurre y a transformar lo que hay a su alrededor. Hay que pensar que las escuelas son lugares de democracia en los que la gente puede participar y cuando lo hace construye cultura, aprende y transforma la realidad. No es para el futuro sino que en el presente construyen la democracia. Como ejemplo, que un niño no es etiquetado con discapacidad pueda convivir y aprender con otro que sí se ha etiquetado con discapacidad.