La floristería Eivissa cerrará este viernes sus puertas para siempre después de 38 años de historia pero, en su interior, el trabajo era ayer tan intenso como otro día normal. Su propietaria, María Salvador Riera, se da prisa por acabar uno de los cinco centros de flores que tiene que entregar antes de acabar el día. Esta trabajadora incansable, de 67 años de edad y poco dada al protagonismo, se ha convertido en noticia por su jubilación que supondrá bajar la persiana de una de las floristerías más antiguas de Vila.

«Me da pena dejar la floristería porque es un trabajo muy bonito aunque también muy estresante. Ten en cuenta que se tiene que hacer en muy poco tiempo porque las flores se marchitan», explica. A la hora de echar la vista atrás, la propietaria de este comercio recuerda los días con más trabajo del año: celebraciones como el Día de la Madre, San Valentín o días para el recuerdo de los familiares difuntos como Tots Sants. «Los primeros años eran una barbaridad porque había menos floristerías que ahora. Nos pasábamos la noche anterior y todo el día haciendo centros. Eran 24 horas sin parar», asegura.

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María abrió este comercio en 1979 junto a su marido, el carismático Bartomeu Escandell, ‘Bartolo de ses Flors’, fallecido en el año 2007 a la temprana edad de 60 años. Bartolo era un hombre tan querido en sa Capelleta que el Ayuntamiento, a petición de los vecinos del barrio, le puso su nombre al pasaje donde se ubica su floristería. Tras su muerte, su mujer decidió seguir al frente del comercio y, desde entonces, ha trabajado prácticamente sola de forma ininterrumpida y se ha encargado de todo, hasta del reparto de las flores.

Cuatro décadas después, María afirma que ha llegado el momento de descansar después de tantos años de trabajo para dedicar su tiempo a cuidar a su madre, de 95 años de edad. Sus hijos Jordi, Joan y Anna Maria le echan una mano en los días de trabajo más intensos pero decidieron estudiar y emprendieron sus carreras profesionales al margen de la floristería.

Tras anunciar el cierre de la floristería a los medios de comunicación, la familia de María ha decidido darle el viernes una pequeña fiesta para celebrar su jubilación aunque ella insiste en que no le gusta «tanto jaleo»: «Lo de la fiesta es cosa de mis hijos, que son como su padre y tenían muchas ganas de hacer una celebración».
Ella no le da importancia al cierre de otro comercio tradicional. «Es ley de vida,ya vendrán otros nuevos», dice. De lo que, probablemente, no es consciente es que, con el cierre de la emblemática floristería de sa Capelleta se marchitará también una de las páginas de la historia de este barrio.