El profesor Josep Juan Vidal, con cuarenta años de docencia en la Universidad de les Illes Balears (UIB) y un centenar de publicaciones como Els Agermanats, El Cens de Floridablanca a les Illes Balears, Mallorca en tiempos del descubrimiento de América, El Cens d’Aranda a Mallorca o El Sistema de Gobierno en el Reino de Mallorca (siglos XV-XVII), es uno de los máximos especialistas en la Historia Moderna de España. Además, es académico correspondiente de la Real Academia de la Historia y ha pronunciado conferencias sobre historia de España en medio mundo. Incluso, Vidal puede presumir de avanzar métodos de investigación nuevos para abordar las instituciones y las coyunturas económicas de los siglos XV al XVIII, entre los que se incluyen sus estudios modélicos sobre las crisis agrarias.
Por todo ello y por tratar en sus estudios constantemente la zona del Mediterráneo y el reino de Mallorca, la isla y la historia de Ibiza para nada le es ajena.

—Doctor Josep Juan Vidal, usted además de ser ya un historiador de acrisolada y acreditada trayectoria, tiene una editorial, El Tall, en la que lleva años publicando estudios de investigación sobre Baleares. ¿Qué ha publicado en su editorial que tenga que ver con la historia de Ibiza?
—Varios libros muy interesantes, que van desde la Prehistoria hasta la época contemporánea ibicenca. De entre ellos citaría Navíos y navegantes en las rutas de Baleares durante la Prehistoria de Víctor Guerrero, Ibiza y Formentera en la Corona de Aragón de Bartolomé Escandell, Sexo, amor y matrimonio en Ibiza durante el reinado de Carlos III escrito por Jorge y Paula Demerson, o el de Antoni Marimón, titulado La crisis de 1898 a les Illes Balears.

—Nuestros lectores querrán saber cuáles, entre su infinidad de publicaciones sobre el reino de Mallorca, son, digamos, las más ibicencas…
—Bueno, yo he trabajado el tema de la guerra de Sucesión a la Corona de España, en la que Menorca desempeña un papel muy singular, pero no podemos comprender bien Menorca sin estudiar el concierto internacional, sin conocer las divergencias existentes en la monarquía española, y en las islas, incluida Ibiza. Aquí, las diferencias entre los Balansat, afines a los Austrias, y los Laudes, defensores de la dinastía Borbón, son apreciables. En mi libro Felipe IV y Mallorca. Los servidores del Rey, hay varios capítulos dedicados a Ibiza, donde se repasa los gobernadores, los lugartenientes de la procuración real y a la administración de justicia en la isla.

—Hay historias de las Baleares en las que Ibiza apenas aparece en lo relativo a la Historia Moderna. Da la sensación que a veces Ibiza cuenta muy poco…
—Puede ser que permanezca aislada en el conocimiento histórico global debido a la falta de estudios monográficos que se van paliando con el tiempo. Afortunadamente hoy en día ya existen obras de síntesis, como la citada de Bartolomé Escandell, que son muy útiles para poder conocer el pasado histórico de Ibiza.

—Mut, Binimelis, Dameto, ¿cómo articulan el mundo ibicenco en sus crónicas?
—Los cronistas de la época moderna privilegian Mallorca en sus noticias y descripciones. Durante la época medieval y moderna, institucionalmente existía el reino de Mallorca, conocido como Regnum Maioricarum, y las islas adyacentes, bautizadas como Insulae adiacentium. Y esa articulación institucional se transparentó en las crónicas. Pensemos que no se edita ninguna historia de Mallorca hasta la primera mitad del siglo XVII.

—Entre sus estudios, uno de los importantes es el relativo al engranaje entre el centro y la periferia de nuestro país en los siglos XVII y XVIII. Ibiza está en la periferia respecto a la Corte y también respecto a Mallorca. ¿Qué implicaba esa doble periferia?
—Ibiza era una de las islas adyacentes que componían el reino insular de Mallorca o de las Mallorcas en plural, Maioricarum. Sin embargo poseía un grado de autonomía elevado, con un gobernador como máximo representante del rey y unas instituciones privativas propias, representadas por los jurats y el Consell, que eran de renovación anual hasta la instauración del Decreto de Nueva Planta, a comienzos del siglo XVIII. Un decreto que por cierto en Ibiza tardó más en implantarse que en Mallorca.

—¿Qué tres momentos destacaría de la Historia Moderna de Ibiza?
—En unos momentos en los que la frontera entre política y religión es difícil de desligar, yo destacaría 1628, el año de la concesión pontificia del Papa Urbano VIII al rey Felipe IV para ceder los derechos de administración de justicia que desde el siglo XIII poseía el arzobispo de Tarragona por derecho de conquista y que estaba en manos de la curia de la gobernación, dependiente de la monarquía. Además, también es importante 1715, año en el que se aprueba el Decreto de Nueva planta, por parte del primer rey Borbón, Felipe V, y que supuso trasplantar las instituciones de origen castellano a la isla de Ibiza, lo que se hizo con lentitud. Otro año importante también sería 1782, cuando se elige la nueva diócesis de Ibiza con obispo propio, Manuel Abad y Lasierra, un hombre ilustrado que nos ha dejado testimonios muy interesantes de la Ibiza de la época. Además, para fundar la nueva diócesis, a la villa de Ibiza le fue concedido el título de ciudad.

—Usted ha estudiado puntillosamente las crisis agrarias en la Mallorca de los siglos XVI al XVIII, ¿cómo se aplica ese modelo historiográfico diseñado por usted y que en su momento abrió nuevos caminos de investigación, en el caso de la isla Pitiusa?
—Ibiza también padeció duras crisis de subsistencia y para paliar sus efectos se hizo imprescindible la importación de granos por parte de mercados del exterior. La sal era el principal artículo de exportación y con ella se financiaba el pan que no producían los campos ibicencos. Además de la sal se nutría de ingresos la hacienda de la entonces Universitat ibicenca.

—Entonces, el abastecimiento de trigo fue sin duda uno de los grandes problemas coyunturales de Ibiza...
—Por supuesto, las endémicas penurias alimentarias que padecían los ibicencos se agravaban en algún año especialmente, como 1628, en que una escuadra llegada a la isla, requisó el trigo que portaban tres naves flamencas para intercambiarlo con sal. En ocasiones había que valerse del trigo que portaban navíos de países enemigos y la guerra no interrumpía el comercio de alimentos de primera necesidad.

—Otro tema en que el usted es especialista es en la Guerra de Sucesión, ¿afecto de alguna forma especial este hecho bélico a Ibiza?
—La isla fue el último territorio de toda la monarquía española en capitular ante Felipe V de Borbón. En septiembre de 1706, ante la presión que suponía la presencia de una flota aliada y de una conspiración previa organizada por Balansat, la isla depuso como soberano a Felipe V y proclamó al archiduque Carlos de Austria. Los proborbónicos, como los Laudes fueron encarcelados o partieron al exilio e Ibiza se mantuvo en la órbita austracista hasta julio de 1715, en que capituló, tras conocer la rendición de Mallorca.

—Sucintamente, ¿cómo se estructuraba las instituciones ibicencas dentro del reino de Mallorca? ¿Cómo estaba tejida esa red?
—Las instituciones ibicencas antes del Decreto de Nueva Planta renovaban sus cargos anualmente en función del sistema insaculatorio sort i sac entre los estamentos en que se dividía la sociedad de la isla, la mà major, la mà mitjana i la mà menor. Quienes eran sorteados habían ingresado sus nombres en los sacos, de donde se extraían a suerte por unos habilitadores. A cada estamento le correspondían unos cargos concretos, como a la mà major, el Jurat en cap. Eso sí, había una oligarquización del gobierno municipal haciendo que determinados linajes se repitieran en el desempeño de oficios.

—La dependencia de la Iglesia ibicenca de la de Tarragona fue un verdadero lastre hasta que apareció Abad y Lasierra, ¿cómo ve ese contexto?
—Manuel Abad y Lasierra, el primer obispo de Ibiza, es uno de los personajes que merece un estudio mejor de los disponibles. Al llegar a Ibiza choca con un territorio que le deja atónito por su subdesarrollo económico y cultural, con un municipio y una parroquia únicos. Comienza a crear esa red de parroquias rurales que son algo más que centros de atención espiritual para el disgregado agroibicenco.

—Uno de los latiguillos habituales de los cronistas que escribían de Ibiza es que la isla producía excelentes marineros y corsarios…
—Una de las formas de vida de las Baleares siempre ha sido el corsarismo. Los ibicencos eran víctimas y a su vez protagonistas de actividades corsarias. La indefensión de la isla por parte de la Real Fuerza, supuso que en múltiples ocasiones esa defensa corriera a cargo de aguerridos campesinos, que no sólo expulsaron a musulmanes norteafricanos que desembarcaron en la isla, sino que también al capturar a algunos de ellos se dieron al intercambio con cautivos ibicencos en el Norte de África.

—Ibiza mira al levante morisco y a las plazas corsarias del Mediterráneo berberisco. A la amenaza otomana hasta 1559 se une la necesidad de defenderse, ¿cómo se planteó la Monarquía Hispánica nuestro sistema defensivo?
—En el siglo XVI se construyó el nuevo recinto amurallado de Ibiza. Un recinto abaluartado, en cuya construcción participaron los principales ingenieros militares de la monarquía española, como Calvi o Fratin. Los gobernadores de Ibiza eran seleccionados entre otros méritos por su capacidad de construir el recinto. Así, por ejemplo, Ferran Çanoguera encargado de concluirlo fue promocionado a Virrey de Mallorca para acelerar la construcción de las murallas de la capital mallorquina. Eso sí, la guarnición pitiusa, formada en parte por penados valencianos, fue considerada siempre insuficiente para la defensa de la isla.

—¿Hasta qué punto era Ibiza un mundo demasiado endogámico, cerrado en sí mismo?
—Ibiza estuvo subpoblada hasta época muy reciente. A finales del siglo XVIII tenía poco más de 12.000 habitantes. Siempre tuvo la villa una guarnición militar foránea, de la que algún miembro contrajo matrimonio con alguna ibicenca además de tener contactos marítimos con el exterior. En el barrio de la Marina, vivían patrones, marineros, menestrales y personas relacionas con la actividad portuaria, pero el interior de la Ibiza rural era fuertemente endogámico.

—¿Cómo se produjo la repoblación de Formentera en el XVIII? ¿Qué sabemos de la vida de aquellos colonos?
—Formentera se repobló de manera definitiva en 1699 tras una fase de ascenso demográfico en Ibiza. Ibiza sufrió una dura peste en 1652, que diezmó en más del 50% la población de su capital. Tras ella vino una etapa de recuperación que generó un excedente que permitió la repoblación definitiva de la isla vecina donde sus primeros pobladores vivieron de la agricultura, una rudimentaria ganadería, la pesca y la explotación de la sal.

—Si lo comparamos con el actual, ¿qué diferencia hay entre el paisaje agrario de la Historia Moderna y el que vemos ahora?
—Evidentemente la población se ha decuplicado por tanto las necesidades de vivienda se han multiplicado en idéntica medida. El enorme crecimiento demográfico ha venido de la inmigración. Las actividades rurales se han abandonado para vivir del turismo y el mundo de la época moderna es un mundo ya perdido.

QUÉ LE SUGIERE ...

Bartolomé Escandell

Un ibicenco que logró ser en los sesenta Catedrático de Universidad. Lo fue de Historia Moderna en Oviedo, Valencia y Alcalá, y que ha dejado una obra sobre Ibiza que todos podemos agradecerle.

Isidoro Macabich

Un canónigo ibicenco de origen croata, aficionado a la Historia que publicó quizá la primera Historia de Ibiza en los años sesenta. Es útil por los documentos y las noticias que proporciona.

Juan Marí Cardona

Otro canónigo archivero seguidor del método de Macabich y que ha multiplicado las noticias disponibles en los archivos ibicencos so- bre historia de la isla

Jorge Demerson

Un francés que no sólo veraneó en Ibiza sino que acudió al Archivo, de donde extrajo interesantes documentos sobre la vida cotidiana ibicenca del siglo XVIII.