Miguel Ángel Riera Planells (Ibiza, 1970) es delegado episcopal de Cáritas desde finales de 2016. Un cargo que compagina con su labor como párroco de Sant Francesc y El Pilar de la Mola. Es, además, arcipreste de Formentera y director del Instituto de Teología a Distancia de San Damaso de Madrid. Vivió en Roma estudiando Teología Fundamental en la Universidad Gregoriana desde 2006 a 2008. Conoce de cerca cómo funciona Cáritas ya que fue delegado hace 13 años antes de marchase a Roma. La cita fue una mañana de la semana pasada en la sede Cáritas en la que llama la atención la treintena de personas que aguardan para los vales de comida.

—¿Cómo ha cambiado la situación desde que usted fue delegado diocesano?
—Bastante. La crisis se ha notado mucho. Sólo hay que ver la cantidad de gente que tenemos todos los días. Eso no quiere decir que no hubiera gente antes pero no la cantidad diaria que se está atendiendo. Cuando empecé se ponían en marcha las cáritas de Sant Antoni y Santa Eulària que ahora están repartiendo comida todos los días.

—Veo que ahora [el miércoles pasado] hay mucha gente esperando a que les atienda. ¿Es habitual?
—Sí, no es casual. Cada día que vengo me encuentro a gente. La primera vez que vine a Cáritas estábamos en el piso superior. Todo se tuvo que remodelar porque se quedaba corto. Ha sido necesaria cambiar la infraestructura. Antes era impensable tener cuatro despachos para trabajadores sociales.

—Es decir que la crisis os ha obligado a cambiar vuestras instalaciones y eso que se asegura que estamos saliendo.
—La crisis ha hecho que los pobres están peor y los que tenían más han aumentado su riqueza. Hay un grupo intermedio que se va manteniendo pero, sobre todo, tenemos el problema de la vivienda. Hay mucha gente que atiendes y ves que, por los barómetros de sus ingresos, no tendrían que percibir una ayuda pero luego miras lo que se gasta en vivienda. ¿Con qué comen? Eso está perjudicando mucho. Otra cosa que pienso, pero es algo muy personal, es que llevamos un ritmo de vida que no lo podemos permitir y lo ves con los móviles de última generación. Pero también es cierto que si hoy no tienes un móvil no te puede localizar. La pobreza tiene otro rostro. Hay un chico que viene por aquí al que hemos tenido que poner una orden de alejamiento porque amenaza a los trabajadores y a las voluntarias. Hoy ha venido tranquilo y nos ha pedido disculpas. Esa realidad social de la drogodependencia es un nuevo rostro de la pobreza que es muy diferente a lo que vivíamos hace trece años.

—¿Han pedido desde Cáritas a la administración que intervenga sobre el problema de la vivienda?
—Cuando me fui hace diez años estábamos luchando por la Mesa de la Exclusión y ahora parece que empieza a dar frutos con el centro de Es Gorg. En 2016 empezamos a hablar del problema de la vivienda. Atendemos a gente que trabaja y se gasta todo el dinero en la vivienda y tiene que buscar otro tipo de ayudas. Una familia con cuatro miembros y con unos ingresos de 1.800 euros pagan 1.000 euros de alquiler y le quedan 800 euros para vivir. Esto es cada vez más en aumento.

—¿Es una de sus preocupaciones ante el aumento de la pobreza?
—Es uno de los retos de este año. La prioridad principal es Es Gorg, que se establezca y que sea una realidad en 2018. Mezclar cosas creo que interrumpe el ritmo de algún proyecto pero eso no quiere decir que Cáritas no tenga que decirlo. Vamos por etapas.

—El proyecto de Es Gorg se ha eternizado. ¿Qué opina de los cambios en el proyecto?
—Bien, porque es lo que decimos que la realidad cambia rápidamente. El centro de exigencia que se pedía hace diez años no tiene nada que ver con lo que se ha proyectado ahora. Los cambios responden a la realidad de hoy en día. Creo que es un centro que recoge las necesidades y lo importante es que se ponga como mancomunidad y se pueda tirar adelante.

—¿Cuándo está prevista la próxima reunión?
—Este mes. Acordamos reuniones mensuales para que no se vaya eternizando. El proyecto está hecho y lo que hace falta es ver cómo afronta su responsabilidad cada uno de los integrantes de la Mesa.

—¿Hay buena sintonía porque hay diferente color político de las administraciones?
—Creo que ahí estamos. A veces hay divergencias en la Mesa pero nuestra labor como Cáritas es la unidad frente a la diversidad. Cada uno tiene su identidad propia pero creo que vamos por el buen camino porque hemos sabido aparcar nuestras diferencias en este tema porque hay una realidad que hay que afrontar. Está previsto un Consell d’Alcaldes y la premura de reunirnos es facilitarles la máxima información. Hay un buen ambiente en este aspecto. Ahora que hay dinero y posibilidades de realizarlo que se vaya con fuerza hacia adelante.

—¿Cómo se va vivir un año más sin Es Gorg con la gente que hay en la calle?
—Ese es el problema. Cada vez hay más gente en la calle. Cuando vengo de Formentera y bajo de las barcas de camino a Cáritas veo a la gente en los soportales. Hace diez años les decías que fueran a Cáritas pero ahora qué haces si no tenemos recursos. La realidad ha cambiado mucho. El nuevo albergue que amplia plazas y espacio es un respiro para la gente necesitada.

—La nueva ubicación del albergue ha planteado muchas críticas y los vecinos desconfían de la información del Ayuntamiento.
—Todo lo que se ha querido abrir a nivel social ha tenido un cierto rechazo. Muchas veces creo que es por desconocimiento. Si es como dicen los vecinos que se enteraron por los medios creo que hubo un fallo de comunicación. Es normal que uno intente proteger lo suyo. Sería muy importante informar. En paralelo se abrirá es Gorg y se separará el tipo de personas.

—¿Cómo se actúa ante la gente en la calle? ¿Con limosna?
—Primero saludarles. Lo más importante es que se reconozca persona. El gran daño que le podemos hacer es que giremos la cara o crucemos de acera. Recuerdo en una ocasión que vine con un grupo de Formentera a pasar un fin de semana en Ibiza. Estábamos aquí al lado comprando comida para cenar y un hombre se acercó para pedirles a los chicos y le dije: ¿no ves que son jóvenes y no tienen dinero porque son estudiantes?, me contestó que le daba igual porque lo que le importaba es que le hicieran caso. Lo peor para una persona que está en la calle es que se sienta que no es nadie, hay que devolverle su dignidad con una palabra o un saludo. Si quieres darle algo, ves si necesita comida o ropa. Normalmente no le doy nada a nadie. Tampoco hay que eternizar dando limosna lo que se tiene que dar por justicia. Creo que ni Cáritas ni ninguna institución deberían permitir que nadie viviera de la limosna. La palabra de Cáritas es caridad pero no es asistencialismo sino que hay que intentar que la estructura social cambie para que las personas no tengan que estar pidiendo.

—¿Qué opina de iniciativas particulares que hay en las redes sociales muy criticas con la administración y que ayudan a los más necesitados?
—Todas las iniciativas que nos ayuden a ser conscientes de lo que está sucediendo son buenas. Lo peor es la ignorancia. En Formentera hemos hecho 44 lotes de juguetes para niños y también hemos repartido otros tantos lotes de comida. La gente se sorprende de que pase en Formentera. La semana pasada hice un viaje con más de cien litros de leche porque nos quedamos cortos. La gente no acaba de entender que haya pobreza a nuestro alrededor.

—Y eso choca con la promoción de Ibiza y Formentera de lujo.
—A nosotros nos escandaliza. El anterior delegado, Miguel Ángel Sánchez, ya lo estuvo denunciando y eso lo tenemos muy presente en Cáritas. ¿Cómo puede ser que en esta Ibiza con un nivel de gasto y riqueza haya estos índices de pobreza?

—¿Han planteado este tema en alguna institución o algún foro?
—Que yo tenga conocimiento, todavía no. Otro de los retos de este año es intentar abrir una campaña de socios y ponernos en contacto con empresas, que pagan sus impuestos y una parte van a ayudar a esta gente, pero hay que abrir los ojos a esta realidad. No consiste en hacer una fiesta al final de temporada para recaudar fondos sino ser más consciente de donde vivimos. Son fundamentales todas las campañas que nos ayuden a abrir los ojos a la realidad que tenemos. Vivimos en un mundo que no es real y hay una cantidad de gente enorme que está al límite. Hoy vive tranquilamente en su casa pero en un momento puede cambiar su realidad y encontrarse pidiendo en Cáritas. Eso te preocupa.

—¿Y con las empresas?
—Una toma de contacto para ver como lo ven ellos e informar de cuál es nuestra realidad y ver cómo podemos aunar esfuerzos. Con las empresas que nos hemos puesto en contacto siempre hemos tenido una buena respuesta. Las fiestas solidarias están muy bien pero son paños de agua caliente. No es una manera de solucionar el problema. Tal vez sería mejor contratar a gente con un alto riesgo de exclusión. Un puesto de trabajo es muchas veces muy importante para que una persona pueda afrontar su realidad día a día.

—Cada vez hay más gente en las cenas de Nochebuena y Nochevieja. ¿Las repetirán las próximas Navidades?
—Sí, sí. Este año, Cáritas y las instituciones públicas han querido que se le diera mucha importancia a estas cenas pero la gente necesita comer todos los días. Hay gente que lo pasa mal para comer. Cada día vienen 30 personas al centro de día que están en la calle para desayunar y tomar algo caliente. Son muchos para lo que es Ibiza. Cada día repartimos 90 comidas. En la campaña de Navidad hemos hecho 500 lotes y hemos dado 120.000 euros en ayudas directas.

—¿Ayuda económicamente el Obispado? Hay quien se pregunta si hay tanta necesidad porque no ayuda el Vaticano o el Obispado.
—El Obispado no tiene una fuente de ingresos. Al contrario, las parroquias aportamos para el mantenimiento del Obispado que recibe también los fondos del IRPF. Las colectas de las parroquias vienen a Cáritas. La pena es que estas aportaciones son la fuente de ingresos más pequeña que tenemos. Por los servicios que está dando Cáritas, la mayoría de los ingresos son por convenios con la administración. La función principal de Cáritas es la denuncia constructiva de la realidad que tenemos, dónde hay que trabajar y que deje de haber pobreza. Ojalá nos tuviéramos que dedicar propiamente a lo que es Cáritas pero lo que hacemos muchas veces es el papel de la administración. Lo hacemos a gusto porque la colaboración es buena. Si se vendiera todo el oro del Vaticano podría ayudar un año o dos a no tener pobreza en todo el mundo pero después qué. Más vale mantener nuestro patrimonio como estas oficinas y seguir dando un servicio. Todos los bienes de la Iglesia están al servicio de la gente. Cuando hacemos una obra en una parroquia, no esperes que el Obispado pueda aportar algo. Este año no hemos cobrado en Cáritas todo el dinero que se nos debe en 2016 y el aval es el Obispado.

—¿Cuánto dinero debe?
—El Consell no ha pagado los casi 110.000 euros de 2016 y es nuestro gran deudor.

—¿Cuál será uno de los retos de este año?
—El voluntariado. Son un centenar de voluntarios que tenemos y está muy bien, pero queremos hacer una llamada al voluntariado. En esta sociedad tan egoísta que vivimos tenemos que abrirnos y eso hace que la sociedad sea diferente.