Con una puntualidad más propia de los británicos y no de unos reyes llegados de Oriente, y bajo un pequeño castillo de fuegos artificiales, aparecieron ayer por la tarde Melchor, Gaspar y Baltasar por la puerta principal del edificio del Ayuntamiento de Sant Antoni. Allí les esperaban con ganas los miembros de la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús Cautivo, los voluntarios de Protección Civil y por supuesto cientos de mayores y pequeños. Sin embargo, para algunos de ellos, los que estaban a refugio en el porche del Consistorio, la jornada empezó movida puesto que sobre ellos cayeron los restos de los fuegos artificiales estando a punto de provocar algún problema serio.

Afortunadamente, todo eso quedó en mera anécdota cuando sus Majestades de Oriente subieron a sus respectivas carrozas para empezar con su recorrido por las calles de Sant Antoni precedidos por la Estrella de Belén montada sobre una furgoneta blanca, una veintena de animadas bailarinas de Estudio 64 y, por supuesto, los miembros de la agrupación musical. Un recorrido que les llevó por el Passeig de la Mar, el Passeig de ses Fonts, la calle Ample hasta la iglesia, donde hicieron la tradicional ofrenda al Niño Jesús, la calle Sant Antoni, la plaza de España, el convento de la Santísima Trinidad, la calle Far, y finalmente la carpa municipal donde recibieron de manos del alcalde, Pep Tur Cires, las llaves de la ciudad.

Este año desfilaron cuatro carrozas, Melchor en la primera y azul, Gaspar, en la segunda blanca y dorada, y Baltasar, en una tercera muy curiosa con piruletas y caramelos. Y, tras ellos, una cuarta repleta de cajas de regalos y en la que llamaba la atención una figura de un bombero Playmobil. Entre los vecinos hubo muchas opiniones, ya que hubo algunos que quedaron encantados y otros que echaron en falta más imaginación y alguna carroza más.

Otro tema sobre el que hubo disparidad de opiniones fue el de los caramelos. Con el paso de los años, los niños de cierta edad se han convertido en verdaderos expertos en jugarse casi la vida para ver quién es el que coge más caramelos entre los que lanzan sus Majestades y sus pajes. Y eso, tal y como comentó alguno de los presentes, se convierte en muy peligroso, tanto para algunos asistentes que pueblan tranquilamente las aceras como para los propios pequeños, sobre todo en la zona del Passeig de la Mar, una calle que no estaba debidamente vallada.