Imagen del caminito de tierra por el que cruzan a Vila a diario centenares de personas. | Daniel Espinosa

El barrio de Ca n’Escandell carece de accesos adecuados para cruzar a la ciudad de Eivissa, de la que tan solo le separan los cuatro carriles del primer cinturón de ronda, una especie de «muralla» que, junto al segundo cinturón, mantiene atrapado a este arrabal en el que viven un millar de vecinos, la gran mayoría familias trabajadoras sin excesivos recursos.

Pero antes de atravesar la E-10, los residentes de Ca n’Escandell se ven obligados a cruzar un parquin disuasorio de tierra, trufado de socavones, y un estrecho caminito no menos bacheado que discurre entre basura, excrementos de perro y hierbajos paralelo al campo de fútbol municipal de Can Cantó. El incómodo trayecto pone a prueba, sobre todo, la destreza de las personas de avanzada edad y la de padres y madres con carritos de bebé.

Es una pequeña odisea acceder a la ciudad, tal y como lamenta Ita Oliver, presidenta de la Asociación de Vecinos San Pablo. Aunque han pedido al Ayuntamiento, de palabra, que arreglen el caminito, el hecho de que sean terrenos privados retrasará cualquier proyecto hasta la aprobación del nuevo Plan General de Ordenación Urbanística de la ciudad.

«Los vecinos queremos que los accesos a Vila sean lo más fáciles posible», exhorta Oliver, quien recuerda que tampoco resulta nada cómodo cruzar por la avenida de Sant Josep hacia, por ejemplo, el centro de salud de Es Viver. «Al menos que lo mantengan limpio y que lo arreglen, como han hecho en otros párquines disuasorios», ruegan desde Ca n’Escandell.