Son las diez de la mañana. Aparcamos en la puerta de la academia Centro de Música Creativa, entramos por la pequeña puerta, accedemos al jardín y practicamente al minuto aparece nuestro aspirante a Sardina Negra de esta semana, Joaquín Garli. Viste rópa cómoda, jersey gris a rayas horizontales, gorro de lana, pantalón vaquero y zapatillas de deporte negras. Nos saluda afablemente, se quita las gafas, y comienza con las fotos. Primero en un columpio – donde nos regala el primer titular, «me he columpiado más veces de las que he acertado» – y después en un tobogán donde posa divertido con el diploma de Sardinas Negras.

Tras ello entramos en la escuela, conocemos las distintas estancias, cada una con una puerta donde se ve el dibujo de un cantante conocido, y pasamos a un fabuloso y cómodo sofá blanco, situado junto a dos baterías. Tras bromear con el tamaño del sofá y con sentirnos como si estuviéramos en el programa de entrevistas de Risto Mejide, Garli desgrana con gran sentido del humor su vida, antes y después del programa de La Voz donde, si por alguien no lo sabe aún, fue finalista.

Tras un rato da la sensación de que, a sus 34 años este ibicenco lo haya vivido ya casi todo. De familia con cinco hermanos, padre de Carmela y Mario y pareja de Nathalie Roig, bajo y vocalista de Sequoia Tree, antes de ser cantante estudió Arte Dramático en Madrid, vivió en Londres, y a su vuelta en Eivissa trabajó limpiando el interior de los aviones. Después, dió clase a jóvenes en su casa, fundó su academia, puso en marcha musicales relacionados con Disney, entró en el programa La Voz y, ahora, prepara un nuevo disco en formato cantautor «para escuchar entre amigos y presentar en teatros y bares». Con todos ustedes, el primer Sardina Negra del mes de febrero de 2016, ¡¡Joaquín Garli!!


—En la sesión de la fotos, me regaló un gran titular. ¿Se ha columpiado más veces que las que ha acertado?

—Por supuesto. Soy de los que les gusta arriesgar y poner en marcha proyectos. Y no todos han tenido el éxito deseado.

—Pero ahora, por ejemplo, ha arrasado con su musical de Frozen...

—La verdad que sí. Conseguir que 3.000 personas vayan a ver algo en Eivissa es un logro. Y para todo el equipo supuso una gran satisfacción el ver que el esfuerzo ha merecido la pena.

—¿No le ha picado el gusanillo de representarlo durante un mes como se hace en Madrid o Barcelona?

—Puede ser, pero de momento vamos paso a paso porque es algo muy complicado. Montar un musical es una locura y además es muy arriesgado porque supone una inversión económica muy fuerte sin saber si luego vas a llenar o no.

—Hombre, usded parece que tiene el éxito asegurado. ¿Cual es el problema?

—Un poco de todo. No sólo de los ayuntamientos sino también de los propios artistas, quienes tal vez no hagamos lo suficiente para potenciar la cultura en esta isla. Y más en invierno, cuando a todos se nos llena la boca diciendo que Eivissa está muerta y no hay iniciativas.

—¿Y qué propone Joaquín Garli?

—Potenciar a todos los niveles nuestra cultura más allá de las discotecas. Por ejemplo, tal vez podríamos inventarnos algo para que las agencias de viajes pudieran ofertar un paquete de viaje donde se incluyera el billete, el hotel y la entrada a un musical.

—Hablando de sus musicales. Me han pedido que le pregunte si es usted el amigo de los personajes de Disney...

—(risas). Bueno, me conformo con ser el amigo de los niños y con ser alguien que ha transmitido la pasión por los musicales a los niños. Además, si logro que diez pequeños de Eivissa salgan fuera para estudiar Teatro Musical porque hayan visto nuestros musicales me daré por satisfecho.

—¿Y amigo de la SGAE? Con los musicales que ha hecho casi tendrán que hacerle socio honorífico...

—(risas). Casi. Lo mismo que de Hacienda. Aunque nos cobran por cualquier estribillo no nos podemos quejar demasiado por el IVA cultural porque estamos en la misma situación o peor que un carnicero o un autónomo. Lo que pasa es que nosotros tenemos más canales para quejarnos.

—¿Cuando empezó su pasión por los musicales?

—Casi por casualidad y casi sin querer. Como casi todo lo que me ha pasado en esta vida. Me lancé a la piscina de manera inconsciente porque puse en marcha mi primer musical sin tener ni idea ni haber visto ninguno. Una locura que ha funcionado teniendo en cuenta que ya hemos hecho seis (risas).

—Por lo menos sabía de música y tenía algo de experiencia profesional...

—(risas). Si, pero también un poco por casualidad. Y es que yo no iba para músico...

—¿No? Cualquiera lo diría...

—Pues sí. A ver, tras estudiar canto en Eivissa me marché a Madrid a estudiar Arte Dramático en la Escuela de Cristina Rota. Sin embargo allí me di cuenta que era muy malo y que una cosa es ser el protagonista de una obrilla de teatro en Eivissa y otra llegar a la jungla de Madrid y tener que codearte con gente que aprieta muy fuerte. Así que viendo el desastre, mi hermano que estudiaba música moderna me animó a hacer un curso de canto y me apunté. Mi profesora, Edith Salazar, la que luego fue directora de Operación Triunfo, me dijo que tenía muchas posibilidades y así, viendo que tampoco me suponía mucho esfuerzo, me quedé y terminé el curso.

—¿Y no volvió a Eivissa?

—(risas) Pues no. A los dos años me fui a Inglaterra, a Rugby, una ciudad cercana a Coventry, donde viví un tiempo consiguiendo algo de dinero tocando el piano y la guitarra en locales de la zona. Y eso que de guitarra no tenía ni idea porque había aprendido de forma autodidacta. Y de ahí si que volví a Eivissa, aunque mi regreso no fue como esperaba. No encontré puesto en escuelas, trabajé durante mes y medio limpiando aviones por la noche, y finalmente comencé a dar clase a niños en mi casa.

—Bueno, eso no le ha ido mal. ¿Por qué clases?

—No se lo va a creer, pero desde que era pequeño siempre quise ser profesor de música. Incluso aún recuerdo la cara que pusieron aquellos profesores que me preguntaron con 14 años, antes de comenzar el instituto, qué quería ser de mayor y se lo dije. Creo que alucinaron y pensaron que jamás lo conseguiría (risas).

—Pues lo consiguió e, incluso, montó su propia academia...

—Si. Llegó un momento que tenía 30 alumnos semanales en mi casa y se me iba de las manos. Así que nada, me lancé a la piscina y monté la academia. Al principio iba a ser de canto pero, una vez que encontré el local, vi que tenía muchas más posibilidades. Y aquí sigo porque no hay nada más gratificante que trabajar con niños.

—¿Ha notado más alumnos desde su paso por La Voz?

—Lo normal. No mucho la verdad.

—Pero no me negará que su paso por el programa le cambió la vida...

—(risas) Personalmemte no, profesionalmente sí. Ten en cuenta que estamos hablando de un talent show donde se consigue que millones de personas conozcan a un cantante. La promoción que se hizo de cada uno de nosotros no se puede pagar ni invirtiendo todo el dinero que sacarías de vender las tres mayores mansiones de Eivissa. Pero que quede claro, La Voz no te soluciona la vida, sólo te da las herramientas para que puedas orientar tu futuro. No te garantiza el éxito, te garantiza el trampolín que luego tu tienes que saber usar de forma correcta.

—¿Y no corrió el riesgo de que se le subiera a la cabeza tanto éxito?

—A mi no porque entré ya con cierta edad. Si hubiera tenido 18 o 19 años tal vez sí, pero a mi edad tengo claro cuales son mis prioridades en la vida, mis dos hijos y mi chica. No cambio La Voz por nada de ellos.

—Volviendo a lo del trampolín de La Voz... ¿A usted le abrió puertas?

—Bueno tal vez me ha permitido poder grabar mi nuevo disco que verá la luz dentro de poco.

—¿Nos puede adelantar algo?

—Será con temas más íntimos para cantar en teatros y sitios más pequeños. Un disco para escuchar, con las letras muy trabajadas. De hecho, la música de autor es algo que me encanta y me siento muy identificada con ella. Además, creo que es un público muy fiel que cuando va a un concierto sabe perfectamente qué va a escuchar porque se sabe tus canciones del principio al final.

—¿Es del rollo cantautor?

—Sin duda. Por ejemplo me encanta Ismael Serrano, y además, tengo la suerte de que uno de sus más fieles colaboradores, Javier Bergia, haya participado en un tema del disco.

—¿Ismael Serrano es uno de sus referentes?

—Por supuesto. He podido trabajar con él en el disco Un lugar bajo el sol de Javier Bergia. Me encanta como canta y como compone, aunque yo soy menos político, y sobre todo me encanta cómo ha llegado hasta donde ha llegado haciendo todo lo contrario a lo que hay que hacer para triunfar en la música.

—Entonces, ¿le gustaría tocar en Libertad 8 de Madrid?

—Claro. Y a quien no. Ya toqué en la Sala Galileo y me encantó. Veremos.

LA PREGUNTA

-En el programa La voz conoció a cantantes muy conocidos. Su relación con Malú parece que fue muy buena. ¿Es tan maja como parece?

-Malú, mola, pero lo mismo que mola mi prima. Es muy maja y de hecho aún mantengo una buena relación con ella, pero eso no quita para que sea una persona igual de normal que cualquier otra a la que no hay que idealizar de ningún modo. En esta vida todos somos iguales y venimos y vamos al mismo sitio.

EL TEST

Un libro

Iba a decir el de Matemáticas de 1º de EGB pero Sicario de Alberto Vázquez Figueroa

Una película

Los otros de Alejandro Amenábar

Una serie

Ninguna

Un cantante o un grupo

El cantautor Andrés Suárez

Alguien a quien admire

A mi madre

Un color

Transparente

Un plato de cocina

Cualquiera de la cocina italiana

Un deporte

El running

Un lugar de la isla donde perderse

Mi escuela en Puig d’en Valls

Un viaje que nunca olvidará

Al Sáhara

Un objeto fetiche

Mi guitarra

Una manía

Todas las del mundo

Un defecto

Todos

Una virtud

La inconformidad

Un sueño por cumplir

Lo tengo que escribir aún