No defenderé yo aquello de «quién te ha dicho a ti las copas que yo tengo o no tengo que beber, déjame que las beba tranquilo». Considero que una regulación sobre el consumo de alcohol en espacios públicos, y tomar medidas para concienciar de los peligros de su exceso entre los jóvenes es necesaria para evitar conductas incívicas.

Pero las normativas deben cuidar que su aplicación no lleve a situaciones absurdas como la que nos encontramos este fin de semana en la feria de la cerveza. Estuve en alguna de las primeras ediciones del evento, cuando todavía se celebraba en Santa Gertrudis. Era algo sencillo y muy discreto, con mucho trabajo por delante y que lo tenía todo que envidiar a otras ferias de este tipo que ya existían a nivel nacional.

Me alegra saber que se ha consolidado, y que se ha convertido en una cita para gente de toda la isla que se acerca con su familia y los amigos a disfrutar de la música y probar variedades de esta bebida de cereales fermentados. Pero me resulta totalmente absurdo que en una feria de la cerveza, aunque pase a llamarse de septiembre, uno tenga que ir a probar la susodicha a un espacio separado y restringido como el que va a la sección de pornografía de un videoclub.

Que si una familia va al evento, que son muchas las que van, tengan que tener a alguien de guardia con los hijos para ir a comprar una bebida fermentada. Es un sinsentido que, un evento que pretende promocionar los productos de cerveceras y pequeñas cerveceras, no permita que se ponga publicidad de las bebidas que traen dentro del propio espacio del evento.

Si por la aplicación de una ordenanza nos encontramos con esta clase de situaciones, creo que no soy el único que piensa que habría que echarle un vistazo. Salvo que se quiera que este evento no se siga celebrando en Vila.