Algo huele a podrido en la política ecológica pitiusa. El tan dubitativo príncipe Hamlet no tendría ninguna duda de que el escándalo de las depuradoras y emisarios es responsabilidad política y afecta a todos los partidos como ensucia a los bañistas y mata la posidonia. Aquí son muy rápidos en organizar un safari caprino en Vedrá que degeneró en una matanza que avergonzaría a cualquier cazador que se precie; son supersónicos en demonizar al turismo náutico, como si fuera igual el ancla de un falucho que el del antiestético megayate de turno; pero escurren el bulto y niegan su responsabilidad con la rotura de emisarios, depuradoras defectuosas y redes obsoletas que no se tocan desde hace décadas, las cuales, está demostrado, además de dañar la imagen pitiusa son la mayor amenaza para la posidonia. El mantenimiento y la modernización cuestan dinero. Pues que inviertan en algo que realmente es importante tanto en ecología como sanidad e imagen. Las denuncias privadas de biólogos marinos y embadurnados nadadores animan a los burrócratas a ponerse unas gafas de buceo y chapotear entre la mierda, para que se den cuenta del problema y no nieguen la mayor, esperando que la porquería se pierda en la mar o la isla se desinfle en invierno, para que nos olvidemos del problema hasta el próximo verano. Los fondos de la polémica ecotasa debieran destinarse con urgencia a este propósito, para el cual pensábamos –¡con el saqueo impositivo!— que ya había una partida suficiente y una efectiva planificación, pero la falta de responsabilidad y la negligencia son una constante en el sistema.

Las Pitiusas presentaron una magnífica batalla contra las prospecciones petrolíferas. Ahora toca unirse de nuevo, todos a una y sin bandera política, para exigir soluciones.