Una de las grandes aportaciones de Pedro Sánchez, que maneja el país como si tuviera la mayoría, es que donde dice digo, al ratico dice Diego, y al revés. Eso es muy habitual en la clase y anticlase política pero no con la celeridad, récord y atropellamiento con que lo hace Sánchez. Por ejemplo cuando Marianico dijo que iba a bajar los impuestos y en realidad los subió. O sea decir una cosa y luego hacer otra es lo habitual entre nuestros líderes incluso entre nuestras lideresas como Armengol que estaba todo el día con la financiación de Baleares cuando mandaban los peperos en el Centralismo y ahora está calladita (¡se lo recordó el otro día Casado!), habrá recibido órdenes de arriba (se supone que cuando deje de ser presidenta la harán senadora, si la deja Antich, o congresista que es lo que suelen hacer con los ex, por eso hay que cuidar al jefe aunque sea en detrimento de los intereses baleáricos). Una de las ultimas “diegadas” de Sánchez la acaba de hacer en Chile donde en un pispás ya ha cambiado el programa que tenía para el Valle de los Caídos, ahora ya no va a ser un parque temático de las dos Españas, sino que ve imposible hacer eso que prometió y “resignificar el Valle” porque tiene mucha carga simbólica (¿cacofonías?). Un gobernante tiene que pensar bien lo que dice y si lo dice, hacerlo porque lo que no es de recibo es que propongas cosas que sabes que no vas a hacer, ¿con qué fin?: sacar votos engañando. Si dices que vas a hacer algo, apechugas y si no: estudia bien las cosas antes, Pedro, porque si no te cargas la credibilidad de la presidencia de un país tan importante como el que debería ser el tuyo. No se puede gobernar a golpe de bola de Rappel.