Entre una lata de cerveza y una botella de plástico. Ese fue el rincón que encontré hace pocos días para poner mi sombrilla en playa d’en Bossa. A mi lado unos individuos reían y tomaban su pícnic vespertino.

Los vecinos, al margen de la merienda, no armaban escándalo, así que al no haber mucho más sitio ahí dejé mi cesto y me puse a recoger la lata y la botella. Mis compañeros de tramo de arena me observaban con sorpresa y extrañeza. Me sentí como un ornitorrinco paseando por la playa. Las latas que empinaban a cada rato eran de la misma marca que la que yo acababa de recoger. Sospechosamente. Al rato uno de ellos pegó un grito.

«¡Mierda, un cristal!» «Pero ¿te has hecho sangre?» «Nada, es un cortecito. ¿Cómo deja la gente aquí un cristal?» Me pasaron por la cabeza ideas sobre el karma y la justicia divina. Reconozco que incluso asomó una sonrisa en mi cara. Seguí observando, y al margen de despotricar de lo guarros que son algunos, ninguno se acercó a tirar el cristal a la basura. Al rato se fueron, y yo no supe encontrar el dichoso cristal.

Me mosquea muchísimo el incivismo. Creo que sólo se puede combatir con el ejemplo y la aportación de cada individuo. Es por eso que me alegra mucho saber de iniciativas como la que impulsaron ayer Proartso y The Nature Project para limpiar Cala Compte. Convertir una acción de limpieza en un evento divertido y social es algo maravilloso.

La próxima cita es el 25 de agosto en Benirrás a partir de las 18:00 horas. Espero que ver a un grupo de personas procurando tener limpia la playa sirva para mover la conciencia de otros. Soy optimista. Creo, de verdad, que si se trabaja en este sentido, los guarros serán los ornitorrincos sobre las playas de Ibiza. Y, siempre teniendo en cuenta que es un símil, merece la pena pelear por que se extingan.