Mil millones y algo es lo que va a aportar Baleares al fondo ese de solidaridad interautonómica, mientras soportamos en las islas las correspondientes bolsas de pobreza e incluso hospitales en los que las moscas campan por sus respetos en los quirófanos, ávidas de chupar la sangre de algún operado a herida abierta.

Yo soy partidario de la solidaridad verdadera, no de que se robe a un territorio para dárselo a otro con autoridades dedicadas al saqueo. Es decir, si el dinero generado en nuestra autonomía va a ser para que se lo gaste Quim Torras en el posprocés, pues va a ser que no. Si la pasta es para que Susanita tenga una legión de gente (en edad laboral) todo el día en el bar tomando finos, cobrando toda la familia subsidios, juntando entre todos varios miles de euros por vivir a la bartola a cuenta del erario balear, pues todavía menos.

Si esa pasta que sale de nuestros bolsillos se la va a pulir Sánchez en combustible para pillar el avión e irse a un concierto de la Banda del Miliquitón o de los Chunguitos, pues ya me dirán. No quisiera que ese dinero que sale de las Islas sirva para que los vascos se lo lleven crudo en no sé qué partida económica a cambio de votar a Sánchez y mantenerlo, faltaría que el dinero balear se lo quede ese reino de taifas tan insolidario.

Si la pasta ibicenca va a servir para que unos delincuentes le echen cal viva a la guardia civil en la frontera sur y encima tengamos que pagarles la manta, el rancho, su estancia y su vida, pues no. El dinero podría quedarse en Baleares. Entre las prioridades de aquí: comprarle unos pantalones a Balti.