Tuve la fortuna de ser alumno de doctorado de aquel hombre tan libre y tan políticamente incorrecto (hoy se pondría las botas teniendo a tiro a tanto imbécil) que fue Camilo José Cela Trulock. También lo fui de su hijo, iba en la UIB a sus clases de antropología y desde ahí, nunca mejor dicho en este caso, «evolucioné» hacia la lectura de la obra de Francisco Ayala (amigo de Cela Conde con quien ha escrito varios sesudos libros), catedrático de una universidad californiana que hasta ahora parecía prestigiosa. Todo esto lo digo porque Ayala, uno de los genetistas y científicos más importantes del mundo, ha sido apartado de la cátedra por las acusaciones de un par de mujeres a las que, cortesía obliga, les dio un beso en la mejilla, como hasta ahora solíamos hacer los individuos de buena crianza (ahora es mejor ya no hacerlo) al encontrarnos con una amiga, conocida o saludada. Lo cierto es que el profesor Ayala, por ser educado y cordial, está pasando por un infierno y seguro que se está replanteando su visión de la evolución, porque hay una rama que es la formada por la chusma que se recrea haciendo daño en aras de lo políticamente correcto y que se está comiendo la sociedad con patatas, eso sucede en California y en Baleares. Pese a «vivir» en una sociedad con instituciones que parecen democráticas, en realidad asistimos al avance imparable de una verdadera dictadura que poco a poco va liquidando la libertad del individuo en favor de un patrón que han hecho cuatro analfabetos funcionales mesiánicos. Son incluso capaces de decirle a la gente inteligente como tienen que comportarte y se meten en nuestras vidas como los gusanos del Nilo o del Ganges. Poco a poco nos van tomando los bomberos de la película Fahrenheit 451 o las macartistas con careta de progre. ¿Por qué vamos dejando que todo esto ocurra?