Es perfectamente comprensible que Salva Aguilera tire la toalla y se dé por vencido. Sabe que no tiene más recorrido político en Podemos y eso es injusto. Hay en aquella formación mucha gente con menos talento y con limitaciones notoriamente más acusadas que las suyas, ostenta un protagonismo mucho mayor.

Y eso es injusto. Es cierto que el año pasado nos obsequió desde la tribuna del Parlament con uno de los momentos más hilarantes que se recuerdan, pero por un perro que mató no hay por qué llamarle mataperros. Él, que viene de los movimientos sociales, que difícilmente haya en Ibiza alguien que pueda siquiera comparársele en combatividad, en «marear» (me refiero a pertenecer a mareas de todos los colores), se le obliga a estar callado y no hacer declaraciones a los medios.

¿Cómo es posible que se pretenda algo así? Y lo peor, ¿cómo es posible que se piense por un instante que él, un espíritu libre e insumiso, se someterá pacíficamente a tal injusticia, a tal arbitrariedad? Ahora se comprenden sus últimos looks en los plenos del Parlament. Podemos le quiso poner camisa y corbata; y él lo intentó, pero finalmente no pudo soportarlo.

Hasta ahora la experiencia política nos dice que tres de cada diez diputados de Podemos Illes Balears, acaban en otro grupo político. Y dos de cada diez, acusados de corrupción, ¡casi nada! Con semejante estadística será difícil que los votantes vuelvan a confiar en una formación política que ha demostrado con creces no ser fiable.

Y cuyos miembros adolecen del mismo rasgo que ha caracterizado a la izquierda española: su marcada querencia a la división. Aguilera, como antes Xelo Huertas y Montse Seijas, por citar solo unos pocos, consideran insufrible que Podemos sea la muletilla del PSOE, que a su parecer encarna todos los males del país.

Y eso no lo cambia ni Laura Camargo ni Mae de la Concha. Ahora todos le exigen que devuelva el acta de diputado, como se lo exigieron antes a las dos diputadas que acabo de citar, pero es inútil. Quienes decían venir a luchar contra la casta, han acabado siéndolo ¡y de qué manera!

Lo más divertido es oír a Alberto Jarabo decir que el comportamiento de Aguilera no es «ejemplar». Lo dice él, que está en la comisión de control de IB3 pese a que sabemos que su antigua productora incrementó su facturación con el ente público. Él, que realquiló una casita en Son Serra, para destinarla a alquiler turístico. Y se atreve a hablar de ejemplaridad. Se creerá que aún es el secretario general.