Un tal Arroyo ha propuesto derribar el acueducto de Segovia porque es un signo hasta palpable de la opresión romana.

O sea, una canalización de agua que mejoró la vida de muchos hispanorromanos es el símbolo de la opresión. Habrá leído muchos tebeos de Astérix, Arroyo y su tribu se han quedado ahí, en el tebeo. Por esa regla de tres tendríamos que derribar parte de las murallas de Ibiza y hasta el acueducto de S´Argamassa y el portal de Ses Taules, incluso el Coliseo de Roma y las termas de Caracalla o el Empire State, emblema del capitalismo.

Pero hay otra noticia que también tiene su aquel. Al legalizarse la marihuana en Canadá, un podemita ha propuesto sembrar grandes plantaciones de cannabis en la soleada España y exportarla a Canadá como «marca España», exportarla como los vinos de Jerez o el jamón pata negra. Esa idea ha sido rápidamente aplaudida y retwitteada por Pablo, dueño de la mansión de Galapagar.

La verdad es que todo lo que sea exportar nos viene de maravilla para tirar de la economía, pero el asunto no lo veo por ahí, lo veo más bien como un elogio del porro que va a ser muy bien recibido por el 99,9% de podemitos (sic).

Recuerdo una pintada que vi en Villalba, el pueblo de Fraga, en la que se leía en gallego «sin cerveza, no hay revolución», pues lo mismo: sin el porro tampoco habrá revolución, y vaya por delante que me parece estupendo que quien quiera se fume un porro pero si, como dice el podemita, vamos a mandar marihuana comercializada y legal «marca España»: ¿qué va a pasar con lo de bajarse al Moro y con las plantaciones del tercer mundo que dan de comer a tantas pequeñas comunidades?