En estas últimas semanas, en muchas de las parroquias de nuestra Diócesis de Ibiza y Formentera, y también en alguna parroquia de fuera que me han invitado para ello, he administrado a muchos jóvenes y a algunos adultos el Sacramento de la Confirmación, gracias a la buena acción de los sacerdotes y de los catequistas.

Deseo, con este artículo recordar a todos, a los que lo han recibido este año y a los que lo han recibido en otro año, como en mi caso que fue en el mes de marzo de 1962, algunos de los buenos efectos que este Sacramento que como nos dice Papa Francisco: «Este sacramento ratifica la gracia bautismal, nos une más firmemente a Cristo: afianza nuestra relación con la Iglesia y nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para defender la fe y confesar el nombre de Cristo…Cuando lo recibimos en nuestro corazón (El Espíritu Santo), Cristo mismo se hace presente y toma forma en nuestra vida: es Él quien reza, perdona, infunde esperanza, sirve a los hermanos más necesitados, crea comunión y siembra la paz en nuestra vida. ¡Es Él el que hace eso!...La Confirmación es obra de Dios, que se preocupa de que nuestra vida sea plasmada a imagen de su Hijo, de hacernos capaces de amar como Él, infundiéndonos su Espíritu Santo».

Cuando recibimos el sacramento de la Confirmación en nuestras vidas, recibimos plenamente la gracia bautismal. Confirmamos nuestra fe y nos comprometemos con la misión confiada por Cristo a la Iglesia, de extender su Reino en todas las naciones.

Así como los apóstoles se encendieron con ese fuego que les dio la fuerza para salir al mundo a contar la Buena Noticia, la Confirmación es el Pentecostés personal de cada cristiano. Es un momento único en donde el Espíritu de Dios desciende sobre nosotros y nos llena de su fuerza y de su poder.

Sabemos bien, que en este “Nuevo Pentecostés” recibimos los Dones del Espíritu Santo, somos fortalecidos con la gracia recibida, ayudando a nuestro crecimiento y madurez en la vida espiritual, así como en la valentía para salir y anunciar el tesoro de la Fe que hemos recibido, ahora, en plenitud.

Sin embargo, es importante recordar que además de recibir estos Dones del Espíritu, los cuales son uno de los tres efectos de la Confirmación, también se nos concede el fortalecimiento de nuestra relación filial con Dios, haciéndonos aún más cercanos a Él. Finalmente, somos «sellados por Cristo», recibimos ese «carácter» en nuestro corazón, por medio del cual somos confirmados por Dios como miembros de su Iglesia y llamados a ser sus apóstoles, como un llamado personal.

Él marca nuestra alma con un sello que nunca nadie ni nada podrá borrar. Esa marca se llama ‘carácter’. Tú y yo somos marcados para siempre por Jesús, y obviamente esto tiene efectos importantísimos en nuestra vida. Recordemos que también nos da la plenitud de la gracia que hemos recibido previamente en el Bautismo.
Podemos clasificar estos efectos de la Confirmación en tres:

Primero: Nos introduce más profundamente en nuestra relación de hijos con Dios y la Iglesia, y nos une más íntimamente a Jesús. ¡Si antes éramos cercanos, ahora mucho más!

Segundo: Aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo, se nos regalan sus siete dones para poder utilizarlos para obrar el bien y guiar nuestra vida como hijos de Dios.

En tercer lugar, somos sellados por Dios, con un carácter indeleble, que nos da una fuerza especial para ser sus testigos en el mundo, como los apóstoles, y así anunciar a Jesús a toda la humanidad.

Que el recuerdo de haber tenido la gracia y la suerte de haber recibido, con una buena catequesis anterior, el Sacramento de la Confirmación, nos haga producir bien esos efectos, seamos más y mejores cristianos y en definitiva, ayudados por la fuerza del Espíritu Santo, seamos ese tipo de personas que Dios cuenta que seamos en los años de nuestra vida aquí en la tierra.