El mejor amigo del hombre no es el perro sino el cerdo. Del gorrino, hasta los andares. Ciro Bayo, el gran escritor de principios del siglo XX, estuvo en la Amazonía y una tribu le ofreció carne humana. Don Ciro escribió que aquella carne (nuestra) sabe igual que la carne de cerdo. Sin el chancho, el saïm, no existiría la ensaimada. De modo que hablar del porcino yo lo veo como un elogio. Por eso no entiendo que un prófugo acusado de sedición, de ningunear a la mitad más uno de los catalanes, de provocar la fuga de miles de empresas de su terruño, se haya ofendido porque un emprendedor ha patentado la marca «Pig Demont» para promocionar las hechuras de sus gorrinos montaraces. Debería el Honorable en el exilio estar agradecido porque un español profundo no le guarde rencor y encima se acuerde de él a la hora de dar nombre a sus chacinas. ¿Por qué va a ser malo que te relacionen con el cerdo si como dijo Marañón, ha salvado más vidas que la penicilina? Si hay dos productos que han aplacado las hambrunas de la Humanidad son el cerdo y las patatas que, por cierto, trajeron los conquistadores españoles de América y gracias a ellas mucha gente en Europa pudo comer, que siempre estamos con la leyenda negra a cuestas. En resumidas cuentas: que un señor que no ha adoctrinado a nadie, que no ha querido romper su país y que no ha hecho ninguna DUI y cumple con la Constitución, tenga que ser denunciado en patentes y marcas por el abogado del exHonorable me parece de un cinismo impresionante. Y sobre todo si la marca es un elogio. Recordemos que el hombre y el cerdo tienen el mismo genoma.