Hoy celebramos en toda la Iglesia, y así en los diferentes pueblos de Ibiza y Formentera la solemnidad del Corpus Christi. Aquí, en Vila, en la Catedral, a las 19 horas tendremos la Misa solemne y a continuación la procesión con Jesús Eucaristía por diversas calles de esta ciudad, como o ayer en la tarde u hoy en la mañana habéis hecho en todos los pueblos, participando los fieles, especialmente los niños que han recibido recientemente la primera comunión y también dignas autoridades civiles.

Y celebrando el amor que nos tiene Jesús es también un día de caridad para nosotros. Por eso, hoy las colectas en los templos serán para Caritas.

Corpus Christi es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía. Este día recordamos la institución de la Eucaristía que se llevó a cabo el Jueves Santo durante la Última Cena, al convertir Jesús el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre.

Es una fiesta muy importante porque la Eucaristía es el regalo más grande que Dios nos ha hecho, movido por su querer quedarse con nosotros después de la Ascensión.

En esta solemnidad la Iglesia tributa a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, gratitud y amor, siendo la procesión del Corpus Christi una de las más importantes en toda la Iglesia Universal. Un milagro eucarístico del siglo XIII fue el origen de la Fiesta del Corpus Christi.

A mediados del siglo XIII el P. Pedro de Praga dudaba sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía y realizó una peregrinación a Roma para rogar sobre la tumba de San Pedro una gracia de fe. Al retornar, mientras celebraba la Santa Misa en Bolsena, en la Cripta de Santa Cristina, la Sagrada Hostia sangró manchando el corporal.

La noticia llegó rápidamente al Papa Urbano IV, que se encontraba muy cerca en Orvieto, y mandó que se le lleve el corporal. Más adelante el Pontífice publicó la bula “Transiturus”, con la que ordenó que se celebrara la Solemnidad del Corpus Christi en toda la Iglesia el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad.

El Santo Padre encomendó a Santo Tomás de Aquino la preparación de un oficio litúrgico para la fiesta y la composición de himnos, que se entonan hasta el día de hoy: Tantum Ergo, Lauda Sion.

Es una fiesta, pues, importante, retomando la que Jesús hizo el primer Jueves Santo de la historia para estar presente siempre con nosotros. Y así Jeuscristo en la eucaristía es el centro de nuestra fe: Es Jesús, realmente presente entre nosotros, y que ha decidido quedarse a vivir en este sagrado sacramento.

Así, pues, hoy celebramos la Solemnidad del Corpus Christi -del Cuerpo y la Sangre de Cristo- y la tradicional procesión de la Sagrada Hostia por nuestras calles. En este día, los católicos manifestamos públicamente nuestra fe en la presencia real, sacramental y permanente de Jesucristo en la Eucaristía y ofrecemos al mundo el Amor y la Misericordia de Dios, hecho Eucaristía, siendo nosotros misericordiosos y caritativos.

Como nos dice el papa Francisco, “La Eucaristía constituye la cumbre de la acción de salvación de Dios: el Señor Jesús, haciéndose pan partido por nosotros, vuelca, en efecto, sobre nosotros toda su misericordia y su amor, de tal modo que renueva nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro modo de relacionarnos con Él y con los hermanos”. Recibir la comunión o comulgar significa “que en el poder del Espíritu Santo, la participación en la mesa eucarística nos conforma de modo único y profundo a Cristo, haciéndonos pregustar ya ahora la plena comunión con el Padre que caracterizará el banquete celestial, donde con todos los santos tendremos la alegría de contemplar a Dios cara a cara” (Audiencia 5.2.2014).

El Corpus Christi es una magnífica ocasión para entrar en el corazón del misterio de la Eucaristía. Todos deberíamos empeñarnos en que esta Fiesta recobre una mayor participación en la Misa y en la procesión de todo el pueblo de Dios. Necesitamos avivar la fe y el aprecio por la Eucaristía: es el bien más precioso que tenemos los cristianos. Es el don que Jesús hace de sí mismo, revelándonos y ofreciéndonos el amor y la misericordia infinitos de Dios por la humanidad, por cada hombre y mujer y, de manera muy especial, para los más pobres y necesitados.

Cuando celebramos con fervor la Eucaristía y cuando adoramos con devoción a Cristo presente en el sacramento del altar se aviva en nosotros la conciencia de que donde hay amor brilla, también, la esperanza. Donde el ser humano experimenta el amor se abren para él puertas y caminos de esperanza. No es la ciencia, sino el amor lo que redime al hombre, nos recordaba el Papa Benedicto XVI. Y porque el amor es lo que salva, salva tanto más cuanto más grande y fuerte es.

No basta el amor frágil que nosotros podemos ofrecer. El hombre, todo hombre, necesita un amor absoluto e incondicionado para encontrar sentido a la vida y vivirla con esperanza. Y este amor es el amor de Dios, que se ha manifestado y se nos ofrece en Cristo y que tiene su máxima expresión sacramental en la Eucaristía, fuente inagotable del amor.

Si se celebra y vive la Eucaristía como el gran sacramento del amor, esto se traduce necesariamente en gestos de amor, en obras de caridad y en obras de misericordia, que se convierten en signos de esperanza de un mundo nuevo. Es lo que hacen tantos cristianos en su compromiso de caridad cristiana; es lo que hacen nuestras Cáritas y tantas obras caritativas y sociales de grupos eclesiales y congregaciones religiosas.

Celebremos con fervor el Corpus Christi; entramos en el misterio de la Eucaristía, dejémonos configurar por ella, para ser testigos comprometidos del Amor y de la esperanza que no defrauda.