He decidido dimitir de mi cargo. Hoy mismo se lo voy a comunicar a mi jefe. Le voy a decir que dejo la dirección de los medios pero que no voy a abandonar mi despacho.

Tampoco voy a consentir que me dejen de pagar mi nómina a fin de mes y por supuesto, como no voy a levantar el culo de mi silla, voy a bloquear la posibilidad de que esta empresa contrate a otra persona para que ocupe mi cargo. Vendré yo todos los días, cobraré mi sueldo y no tomaré ninguna decisión ni asumiré responsabilidad alguna.

Observaré a mis compañeros para ver si hacen bien su trabajo y criticaré si lo hacen mal. ¿Se imaginan? Impensable en una empresa privada. Pero exactamente esto es lo que ha hecho Miquel Vericad. Pone patas arriba la estabilidad del Consell votando en contra de la propuesta de zonificación del alquiler turístico, PSOE y Podem le “invitan” a irse y él se va, pero poco.

Y ciertamente no es el primero, ni será el último que lo hace (dejar el gobierno pero no su acta) pero ya empieza una a estar harta de los partidos que nacieron para acabar con la vieja política y dar ejemplo. Lo de Vericad es de libro.

Desconozco si el manual del buen guanyem impide aferrarse a la silla hasta la exterminación política, pero estoy convencida de que si lo que ha hecho Vericad lo hubiese hecho un político de cualquier otro partido, Guayem lo criticaría duramente. Y no creo que le vayan a echar mucho de menos, porque el exconseller ha pasado sin pena ni gloria por el Consell.

Se le recordará por ser el que exterminó las cabras de Es Vedrà y encima la decisión no fue ni suya. Las cabras ya no pueden alegrarse por su marcha, pero los podencos ibicencos estarán hoy de fiesta. Lo mejor de todo este asunto es que igual ahora a Vicent Tur, director insular de Agricultura y Pesca, le dejan hacer su trabajo.