Podemos dar por desaparecido el ibicenco tras décadas de catalanización y de discriminación positiva hacia el catalán. Supongo que el mismo catalán acabará por volatilizarse ante la presión y las ventajas de idiomas como el francés o el español. No pasa nada, no se hundirá el mundo por eso, de hecho idiomas mucho más poderosos y útiles como los clásicos griego o latín han fallecido o han evolucionado y han formado otros idiomas modernos.

Ahora los acólitos de la nueva religión catalanista -otro fanatismo fundamentalista como cualquier otro- se escudan en una abstracción que no significa gran cosa: la identidad. Quieren hacer creer a los niños sumergidos en nuestras escuelas, que sin catalán no hay identidad y sin esta no hay vida ni hay futuro. Se lo dicen a un marroquí, a un sevillano o a un ibicenco, que para asumir la identidad carolingia primero han de despojarse de la suya propia.

En realidad la identidad de un marroquí habría que buscarla en Marruecos, con todos sus matices, pues los bereberes no se sienten árabes y en realidad no lo son. La identidad de un sevillano está en Hispalis, la gran comarca donde fenicios y romanos formaron una identidad sólida y singular, a la que ahora un profesor valenciano, mallorquín o barcelonés les conmina a borrar para fajarse en la identidad de Corominas o de Pompeu Fabra.

Si siendo ibicenco no alabas, aceptas e idolatras el catalán barcelonés es que tienes auto-odio y estás sin identidad -te dicen los catalanistas, repitiendo como cotorras el triste argumentario de los políticos antiespañoles de Cataluña, que encima se han forrado a nuestra costa. El odio, en todo caso sería a lo catalán, tan distinto. ¿Por qué insisten?
@MarianoPlanells