El caso turbio y muy feo del máster de la presidenta Cifuentes y el afloramiento otra vez de la beca-fraude del diputado Errejón (que en justa correspondencia deberían largarlo) ha puesto sobre el tapete la flojedad de las universidades españolas: ¿son tómbolas donde regalan algunos títulos? Una de las cosas que más extraña de las universidades españolas es que apenas hay investigadores extranjeros de reconocido prestigio en ellas, como haylos en las primeras universidades del mundo que buscan la excelencia y no en su aldea, y se traen a los mejores especialistas sean de la India o del Congo. En España eso es algo rarísimo porque los departamentos son endogámicos y es más importante llevarse bien con el jefe de turno que el currículum vitae que se tenga. De esta forma se va ascendiendo y si hay algún investigador bueno que no se ha trabajado al boss, pues se tiene que ir al extranjero, aunque sea un Einstein potencial. Y eso si el catedrático se digna a dar clases y no las da uno de sus múltiples becarios; es decir, uno que está empezando enseña a otros que están empezando. Luego está lo político, el promocionable sabe que no le quedará otra que ser progre, o del Opus, o catalanista o ecosoberanista o posverdadero o lo que te diga tu promotor que tienes que ser. El ejemplo más claro lo tenemos en la Complutense y su departamento de políticas con algunos profesores y becarios de escaso mérito académico (basta leer sus tesis doctorales) que no pasarían una oposición ni siquiera de Enseñanza Media como las de antes (como las que aprobaban Domínguez Ortiz o Gerardo Diego) y encima, desde el escaño del Congreso su ‘portavoza’ le dice a la RAE como hay que escribir en español.